lunes, junio 12, 2006

Los druidas trabajaban con gran perseverancia, y construyeron un templo con piedras y ramas. Uno de ellos se ponía ante la puerta y gritaba:
-¿Así que debéis morir y permanecer muertos? El camino hacia el Eterno exige fundirse con una Vitalidad más perdurable que la vuestra. La fuente de todo es la Tríada Mag-Rag-Dag... Aire, Tierra y Agua. ¡Ésta es la Sagrada Inmanencia, que se combina para crear el Árbol de la Vida! ¡El Árbol de la sabiduría, la vida, la energía! Contemplad las cosas más ínfimas: insectos, flores, peces, hombres. Mirad cómo crecen, florecen y mueren, mientras el Árbol perdura en su plácida sabiduría. Sí, excitáis vuestra carne, alimentáis vuestro estómago, embriagáis vuestra mente con vapores... ¿Y luego? ¡Qué pronto morís, en tanto el noble Árbol, las raíces hundidas en la Tierra, da cabida a innumerables hojas para gloria del cielo! ¡Para siempre! Y cuando vuestra carne ceda y se blanquee, cuando vuestros nervios ya no respondan, cuando vuestro estómago se agite, cuando vuestra nariz destile los licores ingeridos... ¡entonces ya no habrá tiempo para adorar al Árbol! ¡No, no, no! Porque el Árbol despreciará vuestra corrupción. Todo debe ser puro y bueno. Así también la adoración. ¡Abandonad vuestras licenciosas costumbres, vuestros apetitos bestiales! ¡Adorad al Árbol!
La gente del palacio escuchaba con respeto y pavor. Resultaba imposible juzgar hasta qué punto les influían las doctrinas de los druidas. Dakaw y Pruitt empezaron a cavar un gran agujero bajo el roble, abriéndose paso entre las raíces. A Hule y Billika no se les permitió ayudar, aunque tampoco mostraban una gran predisposición; de hecho, contemplaban el proceso con horrorizada fascinación.
La gente del palacio, por su parte, alentaba a los druidas a participar en sus actividades con el siguiente argumento:
-Nos exhortáis a seguir vuestras creencias, pero, para ser objetivos, deberíais conocer nuestra forma de vida, a fin de juzgarnos y comprobar si somos tan corruptos.
Los druidas asentían de mala gana, sentados muy juntos y manteniendo una férrea vigilancia sobre Hule y Billika.
Los otros invitados reaccionaban de distintas maneras. Skebou Diffiani asistía a los encuentros con regularidad, y al cabo de poco tiempo, ante el estupor de todos, anunció su intención de abrazar la religión druida. Desde ese momento vistió de negro, se cubrió la cabeza con una capucha y se unió a las ceremonias. Torrace da Nossa hablaba de los druidas con despreciativa compasión. Lerand Wible, cada vez más interesado en Billika, alzaba los brazos con desesperación y se mantenía alejado. Mario, Ethuen y Tanzel apenas se dejaban ver.

Jack Vance "El palacio del amor"