viernes, mayo 26, 2006

Los viajeros reiniciaron su odisea. El camino atravesó un pedregal, cruzó un río y se desvió de nuevo hacia el espacio abierto azotado por el viento. Por fin, al caer la noche, el sendero desembocó en la cresta. Diffiani, a la cabeza del grupo, señaló a lo lejos:
-Luces. Algún tipo de refugio.
El grupo se lanzó adelante con renovados bríos, encogidos para aguantar mejor la embestida del viento, las cabezas inclinadas a causa de la lluvia. Un edificio de piedra bajo y alargado se recortaba contra el cielo; por una o dos de las ventanas surgían destellos de una luz pálida y amarillenta. Diffiani encontró una puerta y la golpeó con el puño.
Se abrió con un chirrido y una anciana se asomó.
-¿Quiénes son ustedes? ¿Por qué llegan tan tarde?
-Somos viajeros, invitados al Palacio del Amor -gritó Hygen Grote-. ¿Es éste el camino?
-Sí, ése es el camino. Entren. ¿Se les esperaba?
-¡Por supuesto que se nos esperaba! ¿Tenemos alojamientos aquí?
-Sí, sí -dijo la mujer con voz temblorosa-. Puedo proporcionarles camas, pero esto es el viejo castillo. Tenían que haber venido por el otro camino. Entren, de todas maneras. He de mirar lo que hay. Supongo que habrán cenado, ¿verdad?
-No -respondió Grote abatido-, no hemos cenado.
-A lo mejor aún quedan gachas. ¡Es una pena que haga tanto frío en el castillo!
Los viajeros pasaron a un patio estrecho alumbrado por un par de lámparas muy tenues. La mujer les acompañó de uno en uno a las habitaciones. Eran de techo muy alto y estaban distribuidas por varias alas del castillo, un edificio austero, tenebroso, decorado según el gusto de una tradición olvidada mucho tiempo atrás. La habitación de Gersen consistía en un catre y en una única lámpara de cristal rojo y azul. Tres de las paredes eran de hierro negro corroído por los años. La cuarta pared tenía paneles de madera oscura encerada y estaba cubierta de enormes máscaras grotescas. No había fuego ni calefacción; hacía mucho frío en la habitación.
-Cuando la cena esté lista le llamaré -dijo la anciana a Gersen, nerviosa y sin aliento-. En el pasillo encontrará el baño, con un poco de agua caliente. Arrégleselas como pueda. -Y salió a toda prisa.
Gersen fue al cuarto de baño y probó la ducha; había agua caliente. Se despojó de sus vestimentas, se bañó y luego, en vez de cambiarse de ropa, se estiró en el camastro y se tapó con la colcha. Pasó el tiempo; Gersen escuchó un gong redoblar, nueve veces. Sería la cena... El calor de la ducha le había amodorrado, y cayó dormido. Escuchó vagamente otros diez toques de gong, luego once. No era la cena, desde luego... Gersen se dio la vuelta y se zambulló en el sueño.

Jack Vance "Los Príncipes Demonio: El Palacio del Amor"