martes, junio 06, 2006

Ignorad esta sensación; ¿por qué atormentarse, cuando tenemos al alcance de la mano tanto amor y tanta belleza? Tomad lo que se os ofrece; disipad los remordimientos. Dentro de mil años todo seguirá igual. El problema, vuestro problema, es saciarse. No puedo protegeros. Los criados están para serviros; pedidles a ellos. Los residentes que visten de blanco están para flirtear.., para seducir. Os ruego que no os encaprichéis ni con el Palacio ni con su gente; crearía serias dificultades. No me veréis, aunque espiritualmente siempre estaré con vosotros. No hay espías, ni micrófonos, ni cámaras ocultas. Censuradme, insultadme, alabadme, si es vuestro deseo... Yo no os oiré. Mi única recompensa es el acto de crear y el efecto que produce. ¿Queréis ver el Palacio del Amor? ¡Daos la vuelta en vuestros asientos!
La pared de enfrente se deslizó a un lado; la luz del día penetró a raudales en la sala. Ante los invitados se extendía un paisaje de inimaginable belleza: amplios céspedes, árboles colmados de hojas verdes, altos cipreses negros, espléndidos abedules; estanques, lagunas, urnas de mármol, pabellones, terrazas, rotondas de una arquitectura tan delicada y etérea que casi parecía flotar.
Gersen, como los demás, había quedado sorprendido ante la súbita apertura de la pared. Al recobrarse se puso en pie de un salto, pero el hombre vestido de negro había desaparecido.
Gersen fue en busca de Navarth.
-¿Quién era? ¿Mario, Tanzel, Ethuen?
-No me fijé. Buscaba a la chica. ¿Dónde está?
Gersen inspeccionó todos los rincones presa de la mayor angustia. Drusilla no se hallaba en la sala.
-¿Cuándo la vio por última vez?
-Al llegar, en el patio.
-Confiaba en poder protegerla -murmuró Gersen-. Se lo dije. Ella confiaba en mí.
Navarth rechazó sus remordimientos con un gesto impaciente.
-Usted no podía hacer nada.
Gersen se acercó a la ventana y miró el panorama. A la izquierda se veía el mar y un grupo de islas lejanas. A la derecha las montañas se alzaban aún más altas y escarpadas, los precipicios cayendo en vertical hasta el fondo del valle. Abajo estaba el Palacio: una extensa agrupación de terrazas, edificios y lugares de recreo. Una puerta se deslizó a un lado y reveló una escalera descendente. Los invitados fueron bajando hacia el valle de uno en uno.

Jack Vance "El Palacio del Amor"