lunes, mayo 15, 2006

La druida Laidig comenzó a sentirse intranquila, y estiró el cuello para localizar a Billika. Luego se puso en pie y la buscó por todas partes hasta dar con ella. La muchacha se mostraba abatida. La druida Laidig murmuró algo a la druida Wust, que se levantó de un salto y se encaminó al salón. Se oyó el retumbar de unas voces acrecentadas por el eco, luego se hizo el silencio, y un momento después la druida Wust regresó con Hule, que parecía muy disgustado.
Tres minutos más tarde Drusilla volvió al salón, ruborizada y con los ojos brillantes de alegría. El vestido oscuro se amoldaba perfectamente a sus formas; nunca había estado más bella. Cruzó la estancia y se sentó junto a Gersen.
-¿Qué ha ocurrido?
-Jugamos en el vestíbulo. Me escondí con Hule y vigilé, tal como me dijiste, quién se enfadaba más.
-¿Y quién fue?
-No lo sé. Mario dice que me ama. Tanzel reía, pero estaba triste. Ethuen no decía nada, ni tampoco me miraba.
-¿Qué estabas haciendo para disgustarlos? Recuerda que es peligroso frustrar a la gente.
-Sí. -Drusilla frunció la boca-. Me olvidé... Debería sentirme asustada... Me siento asustada cuando pienso en ello. Pero tú me cuidarás, ¿verdad?
-Lo haré si puedo.
-Podrás. Yo sé que podrás.
-Ojalá sea cierto... Bien, ¿qué podía molestar a Mario, Tanzel y Ethuen?
-Nada importante. Hule y yo estábamos sentados en un sofá apoyado en la pared. Hule quiso darme un beso y yo se lo permití. Las druidas nos sorprendieron y colmaron a Hule de reproches. Me dijeron algunos nombres... ramera, Lilith, ninfa...
Drusilla imitó la peculiar voz rasposa de Wust a la perfección.
-¿Y todos lo oyeron?
-Sí, todos lo oyeron.
-¿Quién parecía más irritado?
-No lo sé con exactitud. Mario es el más tranquilo, Ethuen el de peor humor, Tanzel es sarcástico a veces.
Por lo visto, pensó Gersen, se había perdido de muchas cosas.
-Será mejor que no te escondas con nadie, ni siquiera con Hule. Sé amable con los tres, pero sin dar esperanzas a ninguno.
-Estoy realmente asustada. -Drusilla palideció-. Cuando estaba con las tres mujeres, pensé que me escaparía a la menor ocasión, pero temía sus anillos envenenados. ¿Crees que me habrían matado?
-No lo sé. Por ahora, vete a la cama y duerme. Y no le abras la puerta a nadie.
Drusilla se levantó. Dedicó una última mirada enigmática a Gersen, subió los peldaños que llevaban al piso superior y entró en su habitación.
Los miembros del grupo se fueron marchando poco a poco hasta que Gersen se quedó solo frente al fuego moribundo, a la espera de algo que desconocía... Las luces del piso superior habían disminuido de intensidad; una balaustrada obstaculizaba su visión. Una sombra se deslizó hacia la puerta de una de las habitaciones, la abrió rápidamente y cerró.
Gersen esperó otra hora, mientras el fuego se consumía y el viento salpicaba de lluvia los ventanales. No había rastro de actividad. Gersen se marchó a la cama.

Jack Vance "El palacio del amor"