jueves, enero 26, 2006

Zan Zu se calmó y entró en el salón. Gersen encendió las luces. Zan Zu se sentó con cautela en el borde de un banco. Llevaba pantalones negros y una chaqueta azul oscuro, el cabello estirado hacia atrás y sujeto con una cinta negra. Tenía el rostro blanco y macilento.
-¿Tienes hambre? -preguntó Gersen.
Ella asintió con la cabeza.
-Ven conmigo.
Comieron en un restaurante cercano. El apetito de la joven disipó las dudas de Gersen acerca de su salud.
-Navarth te llama Zan Zu; ¿es ése tu nombre?
-No.
-¿Cómo te llamas?
-No lo sé. Me parece que no tengo nombre.
-¿Qué? ¿No tienes nombre? Todo el mundo tiene nombre.
-Yo no.
-¿Dónde vives? ¿Con Navarth?
-Sí. Al menos hasta donde alcanzan mis recuerdos.
-¿Nunca te dijo tu nombre?
-Me ha llamado de muchas formas -respondió Zan Zu con cierta tristeza-. Prefiero no tener nombre. Soy lo que siempre quise ser.
-¿Y qué es lo que te gustaría ser?
Ella dedicó a Gersen una mirada sardónica y se encogió de hombros. "Una chica poco locuaz", pensó Gersen.
-¿Por qué te intereso tanto? -preguntó de repente.
-Por varias razones, algunas complicadas, otras no tanto. Para empezar, eres una chica atractiva.
-¿De veras lo piensas?
-¿No te lo habían dicho antes?
-No.
"Qué raro", pensó Gersen.
-Hablo con muy pocos hombres. O mujeres. Navarth me dice que es peligroso.
-¿En qué consiste el peligro?
-Traficantes de esclavos. No me gustaría ser esclava.
-Muy comprensible. ¿Me tienes miedo?
-Un poco.

Jack Vance "El palacio del amor"