viernes, enero 06, 2006

El hombre de los ojos saltones estaría rodeando el edificio para ir a su encuentro. Gersen se refugió en las sombras. El hombre le esperaba en la esquina.
-Ahora me toca a mí, basura. Te voy a devolver cada golpe que me has dado.
-Es mejor que te largues -dijo Gersen con voz suave-. Soy un hombre peligroso.
-¿Y qué te crees que soy yo?
El hombre se acercó. Gersen retrocedió, sin ganas de entablar otra pelea. Llevaba armas, pero matar en la Tierra era un delito muy castigado. El hombre progresó lentamente hacia su escondite. El tacón de Gersen rozó un cubo. Lo cogió, lo lanzó sobre el hombre y dio vuelta a la esquina. El hombre de ojos saltones le siguió. Gersen sacó su proyector.
-¿Ves esto? Puedo matarte.
El hombre dio un paso atrás con los dientes apretados de rabia.
Gersen caminó hasta la entrada del Café de la Armonía Celestial, seguido a unos diez metros de distancia por su enemigo.
La mesa estaba libre. Navarth y Zan Zu se habían ido. ¿La figura confusa apoyada en el mostrador? Perdida entre las otras.
El hombre de ojos saltones esperaba junto al edificio. Gersen reflexionó un momento. Luego, muy despacio, como en un sueño, bajó por el paseo y se introdujo en una calle oscura.
Aguardó. Pasó un minuto. Gersen se cambió a una posición más favorable sin perder de vista la encrucijada de la calle y el paseo, pero no divisó a nadie.
Gersen dejó pasar diez minutos, vigilando ambos caminos, con el cuello estirado hacia arriba para prevenir que su enemigo se deslizara por los tejados. Cansado, volvió al paseo. Un completo desastre. El hombre de ojos saltones, el vínculo más cercano a Viole Falushe, no se había molestado en medirse con él.
Gersen salió del paseo Castel Vivence y subió por la Fitlingasse furioso y decepcionado. El remolcador se había marchado; el barco vivienda, ya reparado, flotaba en silencio sobre las oscuras aguas. Gersen bajó del taxi y paseó por el muelle. Silencio. Las luces de Dourrai se reflejaban en el estuario.
Gersen meneó la cabeza, lúgubremente divertido. ¿Qué otra cosa se podía esperar de una velada en compañía de un poeta loco y de una muchacha de Eridu?
Volvió al taxi y ordenó al conductor que le llevara al hotel Rembrandt.

Jack Vance "El palacio del amor"