domingo, enero 01, 2006

Un camarero se acercó a la chica y murmuró unas palabras en su oído. Zan Zu contempló de nuevo la copa de champán y cerró las manos en torno al pie... Se levantó con brusca decisión. Gersen se sintió invadido por una oleada de ira. Era innoble quedarse sentado sin hacer nada. Le estaban insultando. Le arrebataban algo que, aunque no le perteneciera, consideraba suyo. Se preguntó aterrorizado si no sería demasiado tarde. Se levantó de un salto, cogió a la chica por la muñeca y la sentó en sus rodillas. Ella le miró estupefacta, como si despertase de un sueño.
-¿Por qué lo hiciste?
-No quiero que vayas.
-¿Por qué no?
Gersen no consiguió articular palabra. Zan Zu seguía sentada pasivamente, con cierta timidez. Había lágrimas en sus ojos. Gersen besó su mejilla húmeda. Navarth soltó una carcajada estentórea.
-¡Nunca, nunca se termina!
Gersen depositó a Zan Zu en su silla, pero le retuvo la mano.
-¿Qué es lo que nunca terminará? -preguntó en voz baja.
-Yo también he amado. ¿Y qué? El tiempo del amor ha pasado. Ahora habrá problemas, por supuesto. ¿No entiende la sensibilidad de Viole Falushe? Es tan extraño y delicado como la fronda de un helecho. No puede soportar la privación; le enferma.
-No es mi caso.
-Se ha equivocado por completo -le reprendió Navarth-. Falushe dedicaba todos sus pensamientos a la muchacha. Bastaba seguirla para encontrar a su hombre.
-Sí -mumuró Gersen-. Es cierto... es cierto. Ahora me doy cuenta.
Contempló elv aso de vino y luego la hilera de siluetas. Alguien le observaba a su vez; podía sentir su atención puesta en él. Se avecinaba un altercado. No estaba en forma, había prescindido del entrenamiento durante semanas. Y además estaba medio borracho.
Un hombre pasó muy cerca y fingió que resbalaba. Se tambaleó sobre la mesa y derramó el vino en el regazo de Gersen. Clavó sus ojos en los de Gersen; eran del color del hueso.
-Me ha hecho la zancadilla, mamón. Le voy a dar en el culo como a un niño.

Jack Vance "El palacio del amor"