viernes, enero 27, 2006

Gersen llamó a un camarero. Consultó la carta y pidió una tarta de fresas con nata para Zan Zu de Eridu.
-Bien, pues, ¿has ido al colegio?
-Por poco tiempo.
Relató como Navarth la había llevado de un lado a otro, hasta los confines más reconditos del mundo: aldeas, islas, las grandes ciudades del norte, las ruinas de Sinkiang, el Mar del Sáhara, el Levante. Tuvo un tutor de corta duración, breves temporadas en colegios poco usuales y siempre se le impuso la lectura de los libros de Navarth.
-Una educación poco ortodoxa -señaló Gersen.
-No me fue muy mal.
-Y Navarth... ¿cuál es su relación contigo?
-No lo sé. Siempre ha estado presente. A veces es... -titubeó-, a veces es tierno, a veces parece odiarme... No lo entiendo, pero tampoo me interesa. Navarth es Navarth.
-¿Alguna vez habló de tus padres?
-Nunca.
-¿Y tú le preguntaste?
-Oh, sí. Varias veces. Cuando está sobrio es brillante: "Afrodita surgió de la espuma del mar. Lilith era la hermana de un antiguo dios, Arrenice nació cuando un rayo derribó un rosal". De modo que puedo elegir mi origen según me convenga.
Gersen escuchaba, sorprendido y divertido.
-Cuando Navarth está borracho, o cuando la poesía lo exalta, hablá más, pero tal vez es menos... me asusta. Habla de un viaje. "Un viaje ¿adónde?", le pregunto, pero él no responde... Ha de ser algo horrible... No quiero ir.
Guardó silencio. La conversación no había disminuido el placer con que comía la tarta.
-¿Mencionó alguna vez el nombre de Viole Falushe?
-Es posible, pero no lo recuerdo.
-¿Vogel Filschner?
-No... ¿Quiénes son esos hombres?
-Se trata del mismo, que utiliza dos nombres diferentes. ¿Te acuerdas del tipo apoyado en la barra del Café de la Armonía Celestial?
Zan Zu contempló pensativamente su taza de café y asintió en silencio.
-¿Quién era?
-No lo sé. ¿Por qué me lo preguntas?
-Porque te fuiste hacia él.
-Sí, lo sé.
-¿Por qué? No le conocías.
La chica hizo girar la taza y siguió los movimientos del líquido negruzco.
-Me cuesta explicarlo. Sabía que me estaba mirando. Navarth me había llevado a ese lugar. Y tú también. Tenía la sensación de que todos queríais que fuera hacia él. Como... como una oveja al altar del sacrificio. Estaba aturdida. La sala daba vueltas en torno mío. Quizá había bebido demasiado vino, pero quería continuar. Necesitaba saber si ése era mi destino... Pero me lo impediste. Me acuerdo muy bien. Y yo... -se interrumpió y apartó las manos de la taza de café-. En cualquier caso, sé que no me vas a hacer daño.
Gersen no dijo nada.

Jack Vance "El palacio del amor"