domingo, agosto 28, 2005

Transcurrió la mañana. A veces, Paderbush parecía dormitar en la silla, en otras daba la impresión de encontrarse alerta, a punto de atacar a Gersen. Tras uno de estos períodos de tensión, Gersen dijo:
-Será mejor que te calmes. En primer lugar, como sabes, tengo un arma -Gersen agitó el proyector en su mano-, y en segundo, aun desarmado, no podrías hacer nada contra mí.
-¿Está seguro? -preguntó Paderbush con calculada insolencia-. Somos de la misma talla. Hagamos una prueba y veremos quién es el más fuerte.
-Gracias, en otra ocasión. ¿Para qué molestarnos? En seguida iremos a comer; relajémonos.
-Como quiera.
Alguien llamó a la puerta. Gersen se levantó y aplicó el oído a la misma.
-¿Quién es?
-El Senescal Uther Caymon. Abra la puerta, por favor.
Gersen obedeció y Caymon entró.
-La princesa desea verle de inmediato en sus aposentos. Ha escuchado la opinión del barón Erl Castiglianu y solicita que el prisionero sea puesto en libertad; es su deseo que no se le den pretextos a Kokor Hekkus para iniciar las hostilidades.
-A su debido tiempo reununciaré a todo control sobre este hombre, pero ahora ha condescendido a aceptar la hospitalidad de Sion Trumble durante unas dos semanas.
-Es muy generoso de su parte -observó el Senescal con frialdad-, dado que el Gran Príncipe ha sido tan descuidado de no ofrecerle dicha hospitalidad. ¿Quiere acompañarme a la cámara del príncipe Sion Trumble?
-Será un placer. ¿Qué hago con mi invitado? No me atrevo a dejarle solo, pero tampoco me apetece ir todo el día cogido de su brazo.
-Devuélvalo a la mazmorra -dijo el Senescal de mal humor-. Ésa es la hospitalidad que se merece.
-Al Gran Príncipe no le complacería esta opinión. Acaba de pedirme que libere a este hombre.
-Eso parece.
-Ruéguele que acepte mis excusas y que se digne venir aquí.
El Senescal gruñó, levantó las manos en un gesto de impotencia, dedicó una mirada llena de malos augurios a Paderbush y abandonó la habitación.

Jack Vance "La máquina de matar"