miércoles, agosto 17, 2005

Salió del apartamento y vagó por el palacio. Halló por todas partes muebles, alfombras y colgantes de exquisita artesanía: objetos de muy variados estilos provenientes de todas las regiones de Thamber.
En un salón se encontró con el barón Thobalt, que le saludó con fría cortesía. Después de intercambiar unas palabras convencionales, Thobalt le interrogó sobre el espacio exterior, del que, según su criterio, venía Gersen.
Éste lo admitió. Describió el Oikumene, sus diversos mundos y su organización, Más Allá y su caos, el planeta Tierra, cuna de la raza humana. Habló de Thamber, de cómo se había convertido en una leyenda, a lo que el barón replicó que los restos de la humanidad eran también un mito para la gente de Thamber.
-¿No es cierto que piensa volver a su lugar de origen? -preguntó con un rastro de melancolía.
-A su debido tiempo -respondió Gersen con cautela.
-¿Y entonces explicará que Thamber no es, después de todo, un mito?
-No me he parado a pensarlo. ¿Cuál es el sentimiento general? Quizá prefieran el aislamiento.
-Por fortuna no me corresponde a mí tomar esta decisión. Hasta hoy, sólo un individuo se había jactado de visitar los mundos de las estrellas, y era Kokor Hekkus... pero en todas partes se le acusa de ser un roehuesos... un hombre sin alma en el que no se puede confiar.
-¿Conoce a Kokor Hekkus?
-Le he visto desde el campo de batalla.
Gersen no se atrevió a preguntar si el barón había notado algún parecido con el hombre llamado Paderbush. Al pensar en el prisionero de las mazmorras sintió un leve remordimiento: si no era Kokor Hekkus, su único pecado habría sido participar en una ofensiva contra los tadousko-oi.

Jack Vance "La máquina de matar"