viernes, agosto 26, 2005

-Bien, por lo que parece me he equivocado. -Gersen se dirigió al Senescal-. Abrid la puerta.
-¿Tenéis intención de dejar en libertad a este hombre?
-No del todo. Pero no es necesario que siga confinado en una mazmorra.
El Senescal abrió la puerta de la celda.
-Sal fuera -ordenó Gersen-. Parece que se ha cometido una injusticia.
Paderbush obedeció. No esperaba una decisión semejante y reaccionó con cautela.
Gersen le cogió por la muñeca de una forma que impedía toda posibilidad de escape.
-Ven conmigo; baja la escalera.
-¿Adónde pretende llevar a ese hombre? -preguntó con petulancia el Senescal.
-El príncipe Sion Trumble y yo tomamos conjuntamente la decisión. Gracias por vuestra cooperación -dijo Gersen al barón Erl Castiglianu-. Me habéis sido de mucha ayuda.
-Es posible que este hombre sea un criminal; tal vez intente engañaros.
-Estoy preparado para cualquier eventualidad -afirmó Gersen desenfundando el proyector.
El barón se inclinó y se marchó al instante, aliviado de verse libre de toda responsabilidad. Gersen condujo a Paderbush a sus aposentos, cerrando la puerta en las mismas narices del Senescal.
Gersen se acomodó en una silla sin dar muestras de inquietud. Paderbush permaneció de pie en el centro de la habitación.
-¿Cuáles son sus planes respecto a mí? -preguntó por fin.
-Aún no lo he decidido. Es posible que seas el hombre que dices ser, en cuyo caso lo único objetable sería los servicios prestados a Kokor Hekkus. En cualquier caso no se te mantendrá encarcelado por crímenes hipotéticos. Estás sucio; ¿te apetece un baño?
-No.
-¿Prefieres el sudor y la mugre? ¿Te gustaría cambiarte de ropa?
-No.
Gersen se encogió de hombros.
-Como quieras.

Jack Vance "La máquina de matar"