lunes, agosto 22, 2005

Un heraldo entró en la sala, seguido por pajes que portaban grandes clarines. El heraldo vociferó:
-¡Sion Trumble, Gran Príncipe de Vadrus, hace su entrada en palacio!
La sala quedó en silencio. Serenos pasos metálicos se oyeron a lo lejos. Los pajes levantaron los clarines y emitieron una fanfarria. Sion Trumble entró en la sala, la armadura abollada, el casco mellado y manchado de sangre. Al quitarse el casco descubrió una masa de rizos rubios, una barba también rubia bien cortada, una hermosa nariz recta y los ojos más azules del mundo. Alzó el brazo para saludar a sus súbditos, se encaminó hacia Alusz Iphigenia y le besó la mano.
-Mi princesa... por fin has vuelto.
La princesa rió. Sion Trumble la miró sorprendido.
-La verdad es que este caballero no me dejó otra elección.
Sion Trumble examinó a Gersen. Nunca llegarían a ser amigos, pensó Gersen. Noble, galante, gentil, pero por otra parte, carente de humor, riguroso consigo mismo y obstinado.
-He sido informado de su presencia -dijo Sion Trumble a Gersen-. Reparé el espantoso mecanismo que robaron. Tenemos mucho de que hablar. Pero ahora excúseme, por favor. Voy a desembarazarme de mi armadura.
Salió de la sala y el murmullo de las conversaciones creció de nuevo.
Alusz Iphigenia se quedó pensativa. Una hora más tarde, los invitados se trasladaron al salón del banquete. Sion Trumble estaba sentado en una mesa alta, vestido con un manto blanco y escarlata, y flanqueado por los nobles del reino. En un nivel inferior se situaban otros personajes por estricto orden de preferencia. Gersen se hallaba cerca de la puerta de acceso, y advirtió que Alusz Iphigenia, a pesar de su situación como prometida de Sion Trumble, ocupaba el séptimo lugar en una hilera de damas, seguramente de categoría más elevada.
El banquete fue largo y espléndido; los vinos eran fuertes. Gersen comió y bebió con moderación, respondió a las preguntas con cortesía y trató de pasar desapercibido, a pesar de que era evidente que todos los ojos se clavaban en él.
Sion Trumble comió poco y bebió menos. En mitad del convite se levantó, adujo fatiga y se despidió de los comensales.

Jack Vance "La máquina de matar"