sábado, julio 23, 2005

Gersen no encontró razones para contradecirla, pero de alguna manera se sentía unido a la partida de guerra. Dejarla ahora le parecía un acto de traición, sobre todo porque compartía los temores de Alusz Iphigenia sobre la probable e inminente destrucción de los tadousko-oi. Sin embargo, no había venido a Thamber para comportarse como un caballero andante.
La partida se detuvo a cinco kilómetros de la ciudad. Gersen se acercó al jefe.
-¿Cuáles son tus planes para la batalla?
-Asediaremos la ciudad. Más pronto o más tarde, Kokor Hekkus hará salir a su ejército. En ocasiones anteriores nuestras fuerzas eran escasas, y nos veíamos forzados a huir. Aún somos pocos, pero no tanto. Destruiremos a los Guerreros Pardos, les haremos morder el polvo; arrastraremos a Kokor Hekkus por la llanura hasta que muera; luego nos apoderaremos de las riquezas de Aglabat.
"El plan tiene la virtud de la sencillez", pensó Gersen, y luego dijo en voz alta:
-¿Y si el ejército no sale?
-Lo harán antes o después, a menos que prefieran morir de hambre.

Jack Vance "La máquina de matar"