lunes, noviembre 08, 2004

Gersen salió de su escondite y le siguió a unos 15 metros de distancia. Hildemar, saltando de roca en roca, no miró hacia atrás, hasta que Gersen hizo un ruido imprevisto al rodar una roca de las que había pisado. Dasce se detuvo y se volvió. Gersen ya estaba oculto tras la falla de una roca, con una mirada de loco en sus ojos.
Hildemar continuó su camino con Gersen a sus talones. En la base del muro del volcán un sonido y una vibración alarmaron nuevamente a Dasce. Una vez más se volvió a mirar ladera arriba... directamente hacia una figura que se le venía encima. Gersen soltó una feroz carcajada ante el espectáculo de su mortal enemigo que le miraba, fijamente con la boca abierta por la sorpresa y entonces le descargó un golpe demoledor. Dasce rodó por el suelo, se puso en pie y comenzó a correr frenéticamente hacia la cámara de descompresión. Gersen le disparó en una de sus musculosas piernas y Dasce cayó rodando por el suelo. Gersen le cogió por el tobillo y le arrastró hacia la cámara, le arrojó en su interior y cerró de un portazo. Dasce comenzó a luchar y forcejear como un condenado, con la horrible cara roja y azul distorsionada por la furia. Entonces Gersen le disparó nuevamente en la otra pierna, paralizándosela en el acto. Dasce quedó tendido, con el aspecto de un jabalí acorralado. Gersen le ató por los tobillos con un rollo de cuerda y le aprisionó el brazo derecho, obligándole a tumbarse de espaldas, hasta que terminó de atarle ambos brazos al dorso. El mecanismo de cierre se llenó de aire y Gersen le quitó el casco transparente que llevaba sobre los hombros.
-Volvemos a encontrarnos, amigo -dijo Gersen con feroz alegría.
Después le arrastró como a un fardo sobre el piso del cráter. El prisionero de la jaula se irguió sobre sus pies y aplastándose contra los barrotes se quedó mirando fijamente al recién llegado como si viese a un arcángel con sus alas, trompeta y aureola.

Jack Vance "El rey estelar"