lunes, noviembre 01, 2004

Almacenó la información necesaria en el computador y conectó el piloto automático. La nave viró y comenzó a descender. La estrella oscura descollaba con claridad bajo la nave. Tomó tierra suavemente en una formación de rocas desnudas, a un cuarto de milla de una elevación compuesta por unas bajas colinas ennegrecidas. La piedra tenía la apariencia del ladrillo, y la planicie de los alrededores presentaban el aspecto de un barro seco de color marrón.
Sobre sus cabezas, la enana roja parecía enorme. La nave expandía una densa sombra negra sobre el terreno. Un suave viento soplaba formando pequeños remolinos de polvo a través de la planicie.
Abrió el armario y los tres prohombres de la Universidad observaron con mirada hosca cómo Gersen se armaba. Éste les miró a la cara, uno por uno. En la mente de uno de ellos debería existir en aquel momento un febril intento de algo desesperado. Había, además, una precaución que era indispensable adoptar y que Gersen habría sido el más imbécil de los hombres de haberlo olvidado. Se dirigió hacia el cuarto de máquinas de la nave, y sacó de su sitio un pequeño dispositivo, componente vital del reactor de energía, que no obstante, en caso necesario, podría ser refabricado con ingenio y paciencia. Se lo echó al bolsillo junt con el archivo. Warweave, de pie en el umbral, le vio maniobrar sin hacer el menor comentario.
Gersen se vistió con un traje espacial y se dispuso a abandonar el navío. Abrió la escotilla delantera, descolgó el pequeño aparato volador auxiliar, cargó en él otro traje de repuesto y tanques de oxígeno y sin otra ceremonia abandonó la espacionave. Se dirigió volando a ras del suelo hacia Thumbnail Gulch con un suave viento zumbando en el parabrisas.

Jack Vance "Los príncipes demonio: El rey estelar"