domingo, noviembre 07, 2004

No habrían pasado diez minutos cuando la presión interior, al descender, activó una señal de alarma automática. De una de las tiendas surgió Hildemar con unos simples pantalones blancos y el resto del cuerpo desnudo. Gersen le observó con salvaje delectación. El torso, manchado con púrpura desvaída, resaltaba sus potentes músculos. Miró hacia arriba con sus ojos sin párpados y las mejillas azuladas en su horrible rostro pintado de rojo. Atravesó el piso del cráter, mientras el prisionero de la jaula no le perdía de vista.
Dasce desapareció del ángulo visual de Gersen, que se escondió en una grieta. Instantes después, emergió en la planicie vestido con un traje espacial llevando una caja bajo el brazo. Subió hasta el borde del cráter con enérgicas zancadas, pasando muy cerca del escondite de Gersen. Dasce dejó la caja en el suelo, sacó un proyector de energía radiante y dirigió un rayo hacia el desgarro de la cubierta de la cúpula. El aire que se escapaba resplandeció con un fulgor amarillo, porque probablemente existiría en su composición algún agente fluorescente. Al inclinarse sobre el corte, Gersen creyó observar un súbito instante de sospecha en Hildemar. Gersen se ocultó rápidamente. Cuando volvió a mirar, Dasce estaba trabajando y terminando de tapar la grieta de la cúpula con un trozo de material y soldándolo. Toda la operación le llevó poco más de un minuto. Después, volvió a colocar el material utilizado en la caja y tras inspeccionar por el borde, la ladera y la planicie, se dirigió hacia el piso del volcán.

Jack Vance "El rey estelar"