sábado, noviembre 06, 2004

En el centro del cráter había una jaula y en su interior un hombre desnudo, sentado en el centro de la pequeña prisión; un individuo alto, macilento y ojeroso, con un rostro en el que se veían escritos incontables sufrimientos, como una ruina humana. Su cuerpo encorvado mostraba las señales de cien azotes. Gersen recordó en el acto la explicación que Suthiro le dió del por qué Dasce había perdido los párpados. Mirando de nuevo, recordó las fotografías en el cuarto de estar de Dasce, en Avente: aquel hombre era, en efecto, el sujeto de esas fotografías.
Gersen registró por todas partes. Directamente debajo de él se hallaba un pabellón de tejido negro en forma de una serie conectada de tiendas de campaña. No se advertía el menor signo de Hildemar Dasce. La entrada al cráter era un túnel que conducía a través del muro del volcán.
Siguió moviéndose alrededor del borde sin dejar de vigilar la ladera. La porosa planicie marrón y negra se extendía sin límites en tres direcciones. En sus proximidades descansaba la pequeña nave espacial, que parecía un juguete metálico en la claridad de la atmósfera. Gersen volvió su atención hacia la cúpula. Con un cuchillo cortó un trozo de la película protectora y esperó.

Jack Vance "El rey estelar"