sábado, agosto 12, 2006

-¡Un momento! -gritó Tanzel-. ¿Qué está pasando? ¿Qué quieren hacer?
-Quiero identificar a Viole Falushe -respondió Gersen.
-¿Y por qué yo? No soy Arodin, no soy Viole Falushe, ni siquiera Belcehí, si nos ponemos en este plan. Soy el pobre Harry Tanzel, de Londres, ni más ni menos, y le agradecería que me soltara las manos.
-Todo llegará -dijo Gersen-, todo llegará. -Se dirigió a Drusilla III-: ¿Está segura de que es Arodin?
-Claro. ¿Por qué está atado?
-Sospecho que es un criminal.
-¡Menuda broma! -rió Drusilla III-. ¡Un hombre como ése erigiéndose una estatua y proclamándose dios! ¿Qué esperaba ganar?
-A usted.
-¿Yo? ¿Todos estos esfuerzos por mí?
-Quería que le amara, que le rindiera adoración.
De nuevo cascabeleó la fresca risa de Drusilla III.
-Mucho trabajo para nada.
Gersen, que mantenía en todo momento la vigilancia, creyó observar que la piel de Tanzel se teñía de púrpura.
-¿Está preparada para marchar?
-Sí... ¿Quiénes son esas chicas que se parecen a mí?
-Sus hermanas.
-Qué extraño.
-Sí. Viole Falushe... o Arodin, es un hombre extraño.
Gersen elevó el vehículo y luego puso el piloto automático para reflexionar. Todavía carecía de pruebas sobre la identidad de Viole Falushe. Un mohín de la boca, un rastro de color, un rostro desfigurado; todo muy interesante, pero faltaba la prueba definitiva... Estaba tan cerca de desenmascarar a Viole Falushe como al principio del viaje. Echó una ojeada al salón. Navarth se aburría con sus obligaciones y miraba a las chicas con una expresión en la que se mezclaba la expectación con el desamparo: tal vez ocurriría un milagro y todas se fundirían para dar vida a su propia Jheral Tinzy.

Jack Vance "El palacio del amor"