martes, agosto 08, 2006

Elevó el coche aéreo y se dirigió hacia el este, remontando las montañas. Al borde del océano, donde los peñascos se sumergían bajo el agua, un oscuro desfiladero desembocaba en una playa estrecha y gris. Más allá se abría una zona arenosa de un acre de extensión. Gersen dirigió el vehículo hacia el área sombreada y aterrizó. Saltó a tierra.
Drusilla IV, la más joven del grupo, avanzó con parsimonia. Dos criadas no humanas le espetaron airadas recriminaciones desde una fisura entre las rocas.
-¿Eres el Hombre? -preguntó la muchacha-. ¿El Hombre que vendrá para amarme?
-Soy un hombre, es cierto, pero ¿quién es el Hombre?
-Ellas me han hablado del Hombre -Drusilla IV hizo un gesto vago en dirección a la grieta-. Hay uno mío y uno suyo, y cuando le vea le amaré. Esto es lo que me han enseñado.
-¿Has visto alguna vez al Hombre?
-No. Eres el primer hombre que veo. La primera persona igual que yo. ¡Eres maravilloso!
-Hay muchos hombres en el mundo. Te mintieron. Ven conmigo, te enseñaré a otros hombres, y una chica igual que tú.
Drusilla IV miró el sombrío desfiladero con alarma y estupor.
-¿Me sacarás de aquí? Estoy asustada.
-No debes estarlo. Sígueme.
-Claro -le cogió la mano y entró en el salón. Al ver a los pasajeros se detuvo asombrada-. ¡No sabía que había tanta gente! -examinó a Mario, Ethuen y Tanzel con ojo crítico-. No me gustan ¡Sus rostros son perversos y ridículos! -Se volvió hacia Gersen-. Me gustas. Eres el primer hombre que he visto en toda mi vida. Debes de ser el Hombre, y me quedaré contigo para siempre.
Gersen escrutó los rostros de Mario, Ethuen y Tanzel. Malas noticias para Viole Falushe. Todos estaban sentados sin expresar la menor sensación, mirando a Gersen con el mismo grado de odio... excepto que en una comisura de la boca de Tanzel se contraía un músculo.
Gersen tomó los mandos del vehículo y voló hacia la más grande de las islas. En seguida divisó el templo que se alzaba sobre un pueblo construido con cañas y hojas. Gersen aterrizó en la plaza, ante las miradas perplejas y alarmadas de sus habitantes.

Jack Vance "Los Príncipes Demonio: El Palacio del Amor"