jueves, agosto 10, 2006

Drusilla III salió con paso majestuoso del templo, una chica segura y dueña de sí misma, idéntica a las otras Drusillas, aunque diferente, como diferentes eran las otras dos.
Gersen volvió a bajar del vehículo. Drusilla III le examinó con sincero interés.
-¿Quién eres?
-Vengo del continente -respondió Gersen-. Vengo para hablar contigo.
-¿Quieres que celebre un rito? Vete a otra parte. Arodin es impotente. Le he suplicado que me envíe fuera de aquí, entre otros favores. Nunca obtuve respuesta.
-¿Tenéis su retrato ahí dentro? -preguntó Gersen mirando al templo.
-Sí. Soy la suma sacerdotisa del culto.
-Déjame ver la imagen.
-No hay mucho que ver... una estatua sentada sobre un trono.
Geren entró en el templo. En el otro extremo se alzaba una figura de tamaño doble al normal. La cabeza estaba brutalmente desfigurada; nariz, orejas y barbilla rotas. Gersen no salía de su asombro.
-¿Quién mutiló la estatua?
-Yo.
-¿Por qué?
-No me gustaba su cara. De acuerdo con la Tradición, Arodin vendría en carne y hueso a poseerme. Le rogué a la estatua que sucediera lo más pronto posible. Desfiguré el rostro para retrasar el proceso. No me gusta ser una sacerdotisa, a pesar de que no puedo ser otra cosa. Pensé que otra sacerdotisa me sustituiría después del sacrilegio, pero no fue así. ¿Me sacarás de aquí?
-Sí. Arodin no es un dios, sino un hombre.
Gersen acompañó a Drusilla III al salón del vehiculo y señaló a Mario, Ethuen y Tanzel.
-Observa a esos tres hombres. ¿Alguno se parece a la estatua de Arodin antes de que la desfiguraras?
Uno de los hombres parpadeó.
-Sí -asintió Drusilla III-. Sí, desde luego. Ésa es la cara de Arodin -su dedo acusó a Tanzel, el hombre que había parpadeado.

Jack Vance "El Palacio del Amor"