miércoles, agosto 16, 2006

Gersen inmovilizó el vehículo en el aire. Abrió la portezuela. El océano rugía a tres mil metros de distancia.
-¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? -gritó Viole Falushe-. ¿Por qué me hace esto?
-Usted es un monomaníaco -repuso Gersen-. Yo también. Cuando era un niño, los cinco Príncipes Demonio desembarcaron en Monte Agradable. ¿Se acuerda?
-¡Hace mucho, mucho tiempo!
-Destruyeron, mataron, esclavizaron. Todo lo que yo amaba: mi familia, mis amigos, todo destruido. Los Príncipes Demonio son mi obsesión. Ya he matado a dos. Tú serás el tercero. Soy Kirth Gersen, y toda mi vida se ha consagrado a... esto.
Avanzó hacia Viole Falushe, que se contorsionó terriblemente. Sus huesos crujieron; tropezó, agitó los brazos y salió despedido por la portilla. Gersen contempló la figura que caía hacia el océano hasta que se perdió de vista. Luego cerró la portezuela y volvió al salón. Navarth había dejado libres a Mario y Ethuen.
-Acepten mis disculpas -dijo Gersen-. Espero que no hayan recibido ningún daño.
Ethuen le fulminó con una mirada de desagrado indecible; Mario farfulló palabras incoherentes.
-Bien -dijo Navarth alegremente-. Y ahora, ¿qué?
Recogeremos a nuestros amigos. Sin duda se estarán preguntando qué será de ellos.
-¿Y luego? -gruñó Ethuen-. ¿Cómo volveremos a Sogdian? No tenemos nave.
-¿Ya no se acuerdan? -rió Gersen-. Esto es Sogdian. Aquél es el sol Miel. ¿No se dieron cuenta?
-¿Cómo? Un piloto lunático nos llevó a la deriva a través del grupo durante horas.
-Un subterfugio. Zog no era un lunático. Pero era distraído, todo le daba igual. Cuando abría la portilla no vigilaba el nivel de presión o de composición atmosférica. La luz tenía siempre la misma intensidad; la gravedad era la misma, el cielo del mismo color, las nubes del mismo tamaño, la flora del mismo tipo.
-No advertí nada -dijo Navarth-. Pero está claro que no soy un viajero espacial, y no me avergüenza. Si alguna vez vuelvo a la Tierra, no volveré a salir.
-Pero antes que nada, una parada en la ciudad de Kouhila. A la gente le gustará saber que ya no necesitarán pagar impuestos.

Jack Vance "El Palacio del Amor"