miércoles, julio 05, 2006

Pasó a un vestíbulo desierto. Volvió a colocar la placa y dejó que la puerta se cerrara.
Había mucho que ver. El otro extremo de la sala era de cristal ondulado. A la izquierda, una arcada daba paso a un tramo de escalera. A la derecha, cinco pantallas mostraban a Jheral Tinzy vestida con diferentes trajes y en varias épocas de su vida. ¿O eran cinco chicas distintas? Una, que llevaba una falda corta negra, era Drusilla Wayles. Gersen reconoció la expresión de su cara, el fruncido de su boca, la costumbre siempre repetida de ladear la cabeza. Otra, un delicioso diablillo disfrazado de payaso, daba cabriolas sobre un escenario. Una Jheral Tinzy de trece o catorce años con el vestido blanco de las bailarinas de ballet se movía lentamente en un extraño decorado de piedra, sombras negras y arena. Una cuarta Jheral Tinzy, un año o dos más joven que Drusilla, se cubría sólo con una falda de cuero y bronce, como las de las mujeres bárbaras. Estaba de pie sobre una terraza pavimentada de piedra y parecía representar un ritual religioso. Una quinta Jheral Tinzy, algo mayor que Drusilla, caminaba con rapidez por las calles de una ciudad...
Gersen lo vio todo en el espacio de dos segundos. El efecto era fascinante, pero no tenía tiempo que perder. Porque al otro lado de la pared de cristal ondulado se veía la imagen de un hombre alto y enjuto.
Gersen cruzó la estancia en cuatro silenciosas zancadas. Su mano se precipitó hacia el botón de la puerta y lo apretó. La puerta no se abrió. El hombre giró la cabeza al instante. Sólo era visible un contorno vago e impreciso.
-¿Retz? ¿Ya estás de vuelta? -echó la cabeza hacia adelante; era evidente que podía ver a través del cristal.
-¡Soy Lucas... Henry Lucas, el periodista! -su voz sonó estrangulada.
-Creo que tendrá que darme muchas explicaciones. ¿Qué está haciendo aquí?
-La respuesta es obvia -dijo Gersen-. Vine a hacerle una entrevista. Me pareció el único modo.
-¿Cómo encontró mi residencia?
-Escalé la montaña y salté al punto en que el puente cruza la fisura. Luego me introduje por el pasadizo.
-Vaya, vaya. ¿Es usted una mosca humana para trepar por el precipicio?
-No fue tan difícil. No había otra forma.
-Me causa una molestia muy seria. ¿Se acuerda de mis comentarios acerca de la intimidad? Soy muy rígido a este respecto.
-Dedicó esos comentarios a sus invitados. Soy un hombre que tiene un trabajo que hacer.
-Su profesión no le autoriza a violar las leyes -declaró Viole Falushe con voz serena-. Se halla al corriente de mis deseos, que aquí, como en cualquier otro lugar de mis dominios, son la ley. Encuentro su intrusión no sólo insolente sino inexcusable. De hecho, va mucho más allá del descaro tolerado normalmente a un periodista. Incluso da la impresión...

Jack Vance "El Palacio del Amor"