domingo, mayo 07, 2006

Un grupo de músicos provistos de violines, guitarras y flautas hizo aparición; tocaron salvajes y desgarradas canciones que hacían latir con más fuerza el corazón y vacilar la cabeza. Zully se levantó de un salto e improvisó una danza tan salvaje y sensual como la música.
Gersen se obligó a permanecer sobrio: lo más importante en momentos como éste era observar. Vio que Lerand Wible le susurraba unas palabras a Billika; la chica no tardó en desaparecer entre las sombras, seguida del hombre. Los druidas de ambos sexos estaban absortos en la música, la cabeza baja y los ojos medio cerrados. Sólo Hule había percibido el hecho. Miraba pensativamente en la dirección que ambos habían tomado; luego se acercó a Drusilla y murmuró algo en su oído.
Drusilla sonrió. Dirigió una fugaz mirada a Gersen y dijo algo en voz baja. Hule asintió sin entusiasmo, se sentó cerca de la joven y le pasó un brazo por la cintura.
Pasó media hora. Wible y Billika volvieron a integrarse en el grupo. La chica tenía los ojos brillantes y la boca húmeda. Sólo un instante después, la druida Laidig pareció acordarse de Billika y trató de localizarla. Allí estaba Billika. Algo no iba bien, había un detalle nuevo, diferente. La druida Laidig lo presintió, pero era incapaz de verlo. Su sospecha se disipó y volvió a concentrarse en la música.
Gersen observó a Mario, Ethuen y Tanzel. Estaban sentados con Tralla y Mornice, pero no apartaban la vista de Drusilla. Gersen se mordió los labios. Viole Falushe, si en verdad se hallaba con los invitados, no parecía dispuesto a desvelar su identidad...
Vino, música, el resplandor del fuego... Gersen se recostó, temeroso de verse atrapado en el vértigo. ¿Quién, entre los integrantes del grupo, estaba al acecho, atento a cualquier movimiento? ¡Esa persona sería Viole Falushe! Gersen no advirtió síntomas semejantes en nadie. El druida Dakaw dormía. La druida Laidig había desaparecido de vista. Skebou Diffiani también se encontraba ausente. Gersen rió por lo bajo y se inclinó hacia Navarth para compartir la broma, pero luego lo pensó mejor. El fuego se convirtió en cenizas; los músicos se desvanecieron como personajes de un sueño. Los invitados se levantaron y subieron hasta sus cabañas de mimbre. Gersen no tenía conocimiento de que se hubieran producido citas amorosas.

Jack Vance "El palacio del amor"