lunes, abril 10, 2006

Al volver al hotel descubrieron que habían llegado dos nuevos invitados, ambos de la Tierra: Harry Tanzel, de Londres, y Gian Marino, sin domicilio fijo. Los dos eran bien parecidos (altos, facciones afiladas, pelo negro) y de edad incierta. Tanzel era quizá el más atractivo; Mario parecía más enérgico y vital.
El día local tenía veintinueve horas; cuando por fin llegó la noche los huéspedes se retiraron sin protestar a sus cubículos, pero un gong les despertó a medianoche para la última comida, siguiendo las costumbres del planeta.
La mañana les deparó la llegada de Zuly, una bailarina alta y lánquida de Valhalla, Tau Gemini VI. Era exquisitamente amanerada, lo que provocaba la sospecha y la turbación de los druidas, en especial del joven Hule, que no podía apartar los ojos de la mujer.
Una vez finalizado el desayuno, Gersen, Navarth y Lerand Wible fueron a pasear junto al canal, que transcurría por la parte de atrás del hotel. Daba la impresión de que el día era festivo; los habitantes de la ciuda exhibían sus mejores galas; algunos estaban borrachos, otros cantaban canciones dedicadas a Arodin, un héroe o gobernante popular.
Navarth les abrió camino hasta el bar del día anterior y escudriñó las mesas. Un caballero obeso de mediana edad, tocado con un sombrero verde de ala ancha, estaba sentado contemplando el bulevar, una jarra de vino junto al codo.
-Perdone, señor -dijo Navarth-. Como puede ver, somos extranjeros. Hay una o dos costumbres de la ciudad que nos sorprenden y quisiéramos que nos las aclarase.
El hombre se irguió en su silla y, tras un momento de vacilación, les invitó a acompañarle.
-Se lo explicaré lo mejor posible, aunque aquí no hay muchos misterios. Trabajamos con ganas y vivimos en la medida de nuestras posibilidades.
-Ante todo -empezó Navarth-, ¿cuál es la función de aquella torre de la que entra y sale tanta gente?
-Ah, sí. Es la oficina local de recaudación de impuestos.
-¿Recaudación de impuestos? ¿Y la gente entra y sale de pagar impuestos?
-Exacto. La ciudad se halla bajo el sabio patrocinio de Arodin. Somos prósperos porque los impuestos no merman nuestras riquezas.
-¿Cómo es posible? -terció Lerand Wible con una sonrisa escéptica.
-¿No sucede lo mismo en otras partes? El dinero que se recoge es el que se gastaría en frivolidades. El sistema beneficia a todos. Todas las muchachas de la región deben servir durante cinco años, ofreciendo un número estipulado de servicios por día. Por supuesto que las más atractivas completan el cupo antes que las feas, y existe por consiguiente un considerable incentivo para mantenerse bellas.

Jack Vance "El palacio del amor"