jueves, abril 13, 2006

Justo en el momento de llegar oyeron el traqueteo de un vehículo que avanzaba desde el extremo del bulevar. Frenó frente al hotel. Un hombre bajó y tendió la mano a una muchacha que, ignorándole, saltó a tierra. La joven, ataviada al estilo de Alphanor, era la antigua pupila de Navarth, conocida como Zan Zu, Drusilla y otros nombres.
Navarth la llevó aparte y la asedió a preguntas. ¿Qué le había ocurrido? ¿Dónde había estado?
Drusilla no le pudo contar mucho. Había sido conducida a la fuerza a un coche aéreo por un hombre de ojos saltones, transferida a una nave espacial y puesta bajo la custodia de tres mujeres de semblante severo. Cada una portaba un pesado anillo de oro; una vez que el veneno contenido en los anillos fue experimentado en un perro, no hubo necesidad de amenazas o advertencias.
Drusilla fue llevada a Avente y alojada en el espléndido hotel Tarquin. Las mujeres vigilaban como halcones al acecho, hablaban poco, no se alejaban más de dos o tres pasos y los anillos de oro centelleaban siniestramente. La acompañaron a conciertos, restaurantes, desfiles de moda, cines, museos y galerías de arte. Insistían en que comprara vestidos, se tiñera la piel y embelleciera. Drusilla se resistía con tosudez; a pesar de ello, las mujeres compraron trajes, le tiñeron la piel y le arreglaron el pelo. Drusilla se desquitó encorvándose, dejándose caer y tratando de comportarse con la mayor grosería. Por fin, las mujeres la condujeron al espaciopuerto; subieron a una nave que puso rumbo al Grupo de Sirneste y al planea Sogdian. Llegaron a la agencia de Rubdan Ulshaziz al mismo tiempo que otro invitado al Palacio del Amor, Milo Ethuen, que permaneció en la compañía de Drusilla durante el resto del viaje. Las tres mujeres, una vez que la nave hubo aterrizado en Kouhila, volvieron a Atar con Zog. Navarth y Gersen examinaron a Ethuen, que se había sentado en la terraza con los demás; un hombre no muy diferente de Tanzel y Mario, de cara meditabunda, cabello oscuro, brazos largos y manos finas.
El director del hotel salió a la terraza.
-Damas y caballeros, es un placer anunciarles que la espera se ha terminado. Todos los invitados del Margrave se hallan reunidos aquí; ahora continuarán su viaje hacia el Palacio del Amor. Síganme, por favor; les acompañaré a su vehículo.

Jack Vance "El palacio del amor"