viernes, febrero 24, 2006

La pantalla se apagó. Navarth examinó a la niña. Ya se parecía a Jheral... ¿Qué hacer? Sus sentimientos eran confusos. No podía considerarla ni una hija ni una especie de materialización de su antiguo amor. Supo que siempre existiría en sus relaciones una ambigüedad, pues Navarth era incapaz de amar impersonalmente; necesitaba establecer un nexo de unión con el objeto de su amor.
Navarth ejemplificó sus impulsos contradictorios con la descripción de sus relaciones con la chica. La alimentó y le dio un hogar, pero de una forma casi casual, intermitente. La muchacha adquirió pronto independencia. Se hizo introvertida y poco comunicativa; no tenía amigos y en seguida dejó de hacer preguntas.
A medida que iba madurando aumentaba su increíble parecido con Jheral Tinzy. Era Jheral Tinzy en persona, y su presencia atormentaba a Navarth con los recuerdos del pasado.
Pasaron doce años sin que Viole Falushe cumpliera lo prometido, si bien Navarth no confiaba en que hubiera olvidado. Se obsesionó con la idea de que, el día menos pensado, Viole Falushe llegaría y le arrebataría a la chica. A veces trataba de explicar a la muchacha el peligro que representaba Viole Falushe, pero estos intentos de aproximación dependían de su estado de ánimo, y nunca estaba seguro de si la joven le había comprendido. Intentó recluirla, tarea difícil a causa de las costumbres impredecibles de la joven, y se la llevó a los rincones más remotos de la Tierra.
Cuando la muchacha cumplió dieciséis años vivían en Edmonton, Canadá, destino de miles de peregrinos que acudían a escalar la Espinilla Sagrada. Navarth pensó que pasarían inadvertidos entre los interminables festivales, procesiones y ritos sacerdotales.
Pero Navarth se equivocaba. Viole Falushe descubrió su escondite. Una noche la telepantalla se iluminó para mostrar una figura alta recortada contra un fondo azul que oscurecía sus rasgos... Navarth, a pesar de todo, reconoció a Viole Falushe y, sin la menor esperanza, ordenó a la pantalla que se aclarara.
-Bien, Navarth -dijo Viole Falushe-, ¿qué haces en la Ciudad Santa? ¿Vives casi a la sombra de la Espinilla porque te has vuelto un devoto de Kalzibah?
-Estudio -murmuró Navarth-. De la perseverancia en el celo extraigo la fuerza de la resolución.
-¿Cómo está la chica? Me refiero a Jheral. Confío en que se encuentre bien.
-Ayer por la tarde se hallaba en excelentes condiciones. No la he visto desde entonces.
Viole Falushe miró fijamente a Navarth; lo único que daba dimensión a su silueta era el brillo de sus ojos.
-¿Es virgen?
-¿Cómo puedo saberlo? No puedo vigilarla día y noche. En cualquier caso, ¿por qué te interesa?
La mirada de Viole Falushe aumentó de intensidad.
-Me interesa y mucho, hasta un punto que no puedes ni imaginar.

Jack Vance "El Palacio del Amor"