lunes, febrero 27, 2006

La pantalla se apagó. Navarth, lleno de furia, frustración y resentimiento, deambuló por la Gran Nave, la avenida que se extiende desde la Plaza de las Beatitudes hasta el Templo de la Espinilla. Hastiado de encontrar peregrinos se refugió en un salón de té, donde se tomó cuatro tazas de un té muy fuerte antes de serenarse lo bastante como para pensar.
¿Qué era, en esencia, lo que esperaba Viole Falushe?, se preguntó Navarth. Tenía un interés romántico en la chica, la quería influida, precondicionada, receptiva. Navarth no pudo reprimir una histérica carcajada de regocijo, que provocó sorprendidas miradas de los demás clientes, la mayoría peregrinos vestidos de negro.
Viole Falushe quería que concienciara a la chica del gran honor que le aguardaba; la quería precondicionada, predispuesta, ansiosa ya... Los peregrinos, recién llegados de las ceremonias del tempo, le miraban con suspicacia. Navarth se puso en pie y salió del salón de té. Ya no había motivos para permanecer en Edmonton. Tan pronto como fuera posible volvería con la joven a Rolingshaven.
Mencionó un par de veces a Viole Falushe en tono peyorativo, en otras tantas conversaciones con la muchacha. Había llegado a pensar que estaba predestinada. En una de tales ocasiones la chica salió corriendo y desapareció durante varios días. Esto tuvo lugar, por fortuna, inmediatamente antes de una de las visitas de Viole Falushe a la Tierra. Cuando telefoneó a Navarth y le exigió ver a la chica, Navarth se vio obligado a decir la verdad. Viole Falushe habló con voz dulce:
-Es mejor que la encuentres, Navarth.
Pero Navarth no lo hizo hasta estar seguro de que Viole Falushe había partido de la Tierra.
En este punto, Gersen pidió una aclaración.
-¿En qué basaba su seguridad?
Navarth intentó evadir la pregunta, pero al fin admitió que Viole Falushe tenía un número de videófono secreto en el que podía ser localizado.
-¿Podría llamarla ahora?
-Sí, sí, por supuesto. Si tuviera ganas de hacerlo, que no es el caso.
Continuó su relato, pero con más precauciones, moviendo las manos y mirando a todas partes excepto a Gersen.
Daba la impresión de que Navarth había intuido que Gersen podría ser utilizado como un arma contra Viole Falushe (aunque no lo explicitó). Con extrema cautela, sin extralimitarse, siempre permaneciendo en la retaguardia, Navarth trataba de planear la destrucción de Viole Falushe. Los acontecimientos, sin embargo, se habían precipitado.

Jack Vance "El palacio del amor"