domingo, agosto 14, 2005

-Pero voy a aprovechar su ofrecimiento. Quiero que Paderbush sea encerrado bajo vigilancia hasta que decida lo que haré con él.
-Nos alojaremos en el Palacio Estatal; en los subterráneos hay mazmorras idóneas.
Habló con el teniente de los guardias, que se encargaron del infortunado Paderbush.
Al regresar a la fortaleza, Gersen desconectó varios cables y conexiones, inutilizando el mecanismo. Entretanto llegó un coche, un alto y adornado vehículo sobre ruedas doradas. Gersen acompañó a Alusz Iphigenia y al barón Thobalt en el compartimento delantero; se sentó sobre suave terciopelo rojo y pieles blancas, con cierto sentimiento de culpabilidad a causa de sus sucias vestimentas.
El coche recorrió el bulevar; hombres ataviados con gran riqueza y altos sombreros picudos, así como mujeres con vestidos blancos de volantes se volvieron a su paso.
Delante se alzaba el Palacio Estatal de Sion Trumble. Era un edificio cuadrado situado en la parte posterior de un gran jardín. Como los otros palacios de Carrai, era de un diseño muy vistoso y, al mismo tiempo, agradablemente sencillo: seis altas torres ceñidas por escaleras de caracol, una cúpula de pentágonos de cristal soportada por una franja circular de bronce, terrazas con balaustradas en forma de ninfa. La carroza se detuvo frente a una rampa de mármol; al pie aguardaba un hombre entrado en años, extremadamente alto y delgado, que vestía ropas negras y grises. Portaba una maza terminada en un elipsoide esmeralda, al parecer la insignia de su cargo. Recibió a Alusz Iphigenia con las mayores muestras de respeto. El barón Thobalt se lo presentó a Gersen:
-Uther Caymon, Senescal del Palacio Estatal.
El Senescal se inclinó, al tiempo que observaba con ojo crítico la manchada indumentaria de Gersen, y luego agitó la maza. Varios lacayos hicieron acto de presencia y escoltaron a Alusz Iphigenia y a Gersen hasta el palacio. Cruzaban un gran salón acristalado. El suelo estaba cubierto por una alfombra tejida en lavanda, rosa y verde pálido. Se separaron en un vestíbulo circular por pasillos distintos. Gersen fue conducido a una suite de varias habitaciones, que se abría sobre un jardín amurallado con árboles en flor alrededor de una fuente. Después de las penurias del viaje, tanto lujo le parecía irreal.
Gersen se bañó en una piscina de agua caliente. Un barbero vino para afeitarle. Un valet sacó del ropero vestidos limpios: pantalones amplios de color verde oscuro sujetos al tobillo, una camisa azul oscuro bordada de blanco, zapatillas de cuero verde con las punteras caprichosamente dobladas y la gorra puntiaguda inclinada a un lado, que parecía ser una parte esencial de la moda masculina.
Habían dispuesto una mesa en el jardín con fruta, pasteles y vino. Gersen comió, bebió y se preguntó, asombrado, cómo podía Sion Trumble dedicarse a guerrear con los corsarios rodeado de tales maravillas.

Jack Vance "La máquina de matar"