viernes, agosto 05, 2005

-¿Adónde vas? -preguntó Alusz Iphigenia al cabo de un momento.
-A la nave espacial, naturalmente.
-¿A través de Skar Sakau?
-A través, o dando un rodeo.
-Debes de estar loco.
-No nos costará nada con la fortaleza.
-No conoces los caminos. Son difíciles, y a veces conducen a trampas. Los tadousko-oi nos arrojarán pedruzcos. Las simas están infestadas de dnazds. Aunque los evites, hay abismos, precipicios, riscos. No tenemos comida.
-Todo lo que dices es verdad. Pero...
-Tuerce al oeste, hacia Carrai. Sion Trumble te recibirá con grandes honores y te guiará hacia el norte para evitar Skar.
Gersen, incapaz de refutar su argumentación, dio la vuelta a la fortaleza con cierta torpeza y descendió al valle.
Penetraron en un ondulado y agradable territorio. Skar Sakau menguaba y se difuminaba en la neblina azul. La fortaleza continuó su camino hacia el oeste durante toda la cálida tarde veraniega. Pasó ante pequeñas granjas y alquerías, con establos y casitas de piedra coronadas por techos altos, y atravesó algunos pueblos alejados entre sí. Al ver la fortaleza los habitantes se quedaban petrificados de terror, los ojos vidriosos. Eran gentes de aspecto vulgar, piel blanca y cabello oscuro. Las mujeres vestían faldas voluminosas y corpiños ajustados; los hombres iban ataviados con pantalones anchos largos hasta la rodilla, camisas chillonas y chaquetas bordadas. De vez en cuando podían ver alguna mansión en el interior de un parque, y a veces, sobre lo alto de un risco, se dibujaba el contorno de un castillo. La mayor parte de estas mansiones y castillos parecían estar en ruinas.
-Fantasmas -explicó Alusz Iphigenia-. Éste es un país muy antiguo, muy embrujado.
Gersen miró de reojo a Franz Paderbush y vio en su rostro una tranquila sonrisa, similar a la que había detectado en ocasiones en Seuman Otwal... aunque no tuviera ni los rasgos ni la piel de Seuman Otwal.

Jack Vance "La máquina de matar"