jueves, diciembre 28, 2006

?El hombre empezó a hablar cuando terminó de comer, con frases que parecían
seleccionadas al azar y desprovistas del menor significado. ¿Se trataba de
un ardid inédito para regatear? ¿Confiaba en confundir mi inteligencia con
una retahíla de despropósitos? No sabía con quién jugaba; como siempre,
intenté que no me embaucaran, engañaran o estafaran. Atendí a cada una de
sus palabras, guardándome bien de no asentir ni disentir, no sea que estas
señales fueran consideradas como la base del trato. Mi paciencia pareció
surtir un efecto opuesto en aquel hombre tan extraño. Su voz adquirió
estridencia y dureza, y sus gestos cortaban el aire como mayales.
Al fin
conseguí introducir una serena sugerencia en medio de la arenga.
-A fin de
facilitar nuestro negocio, ¿puedo preguntarle su nombre?
La pregunta le dejó
sin habla.
-¿Pone en duda mi lealtad? -preguntó con voz
ominosa.
-¡De ninguna manera! -me apresuré a responder, puesto que el
hombre era evidentemente peligroso. He tratado con muchos tipos semejantes
en el curso de mis negocios, pero ninguno tan agresivo como éste. Adopté
un tono afable-. Soy un hombre de negocios; sólo deseo verificar la
identidad de la persona con la que estoy tratando. Es una cuestión de
práctica comercial ordinaria.
-Sí, sí ?murmuró-, ya lo entiendo.
Aproveché
mi ventaja.
-Los caballeros que tratan de ultimar un trato usan maneras
convencionales; el hecho de dirigirnos por nuestro nombre es pura
cortesía.
El individuo asintió con aire pensativo y eructó estruendosamente,
arrojando una vaharada de las especias que había consumido. Como no le
concedió la menor importancia al fenómeno, fingí que no me había dado
cuenta.
-Sí, sí, lo entiendo ?repitió; y luego-: Bien, no tiene
demasiada importancia. Puede llamarme Lens Larque. ?Se inclinó hacia
delante, y me miró por entre los pliegues de su capa-. Es un nombre que me
cuadra muy bien, ¿no cree?
-No pretendo haberme hecho una opinión en un
espacio de tiempo tan corto. Ahora, volvamos a nuestro negocio. ¿Qué
ofrece?
-Cuatro toneladas de duodecimate negro, ese, ge veintidós, de
primera calidad.*
No tuvimos ninguna dificultad en llegar a un acuerdo.
Dijo un precio. Yo podía tomarlo o dejarlo. Resolví demostrarle que
algunas personas aún son capaces de actuar con dignidad y firmeza, sin necesidad
de lisonjas, regateos o fingidas ofensas. Acepté de inmediato su
propuesta, condicionada a verificar la calidad del material. Esta cláusula
hirió su vanidad, pero me las arreglé para apaciguar su disgusto. Al
final, se avino a razones y se mostró alarmantemente jovial. El camarero
trajo dos enormes jarras de una detestable cerveza con sabor a ratón. Lens
Larque liquidó la suya de tres tragos y, por exigencias de la situación, me vi
forzado a imitarle, agradeciendo todo el rato, de forma ferviente y silenciosa,
el estómago de hierro y la incomparable capacidad adquirida durante los
numerosos años de agente comercial.?


*Duodecimates: aquellos elementos transuránicos estables que rondan o superan el número atómico 120. El duodecimate negro es una arena impura compuesta de varios sulfuros, óxidos y componentes similares duodecimates, con una gravedad específica estipulada, como ?SG-22?.

Jack Vance ?El rostro?