jueves, noviembre 30, 2006

Se iba a cumplir la hora de la cita. Addels reparó en un sendero que se originaba en la lejana Rath Eileann, serpenteaba hacia la ladera y terminaba en un tramo de escalones cortados en la roca. Por este sendero subía un hombre de estatura mediana, moderadamente musculoso, pómulos acentuados, mejillas pálidas y espeso cabello negro muy corto. Se trataba de Kirth Gersen, de quien Addels sabía muy poco, excepto que por misteriosos medios, sin duda ilegales, había entrado en posesión de una inmensa fortuna. Como consejero legal de Gersen, Addels recibía un generoso salario, suficiente para calmar sus escrúpulos. Gersen parecía conocer a fondo los procedimientos de la PCI, lo que proporcionaba a Addels una nerviosa tranquilidad en los momentos difíciles.
Gersen llegó al final de los escalones, se detuvo, vio a Addels y cruzó la plataforma de observación. Addels tomó desapasionada nota de que, después de una ascensión que le hubiera reducido a un estado de jadeante agotamiento, Gersen ni siquiera respiraba con esfuerzo.
Addels efectuó un solemne gesto de bienvenida.
-Me alegra comprobar que goza de buena salud.
-Exactamente -respondió Gersen-. ¿Tuvo un viaje agradable?
-Me distraje; apenas me di cuenta -dijo Addels con voz tranquila e intencionada-. ¿Disfruta su estancia en el Domus?
-Me siento en el vestíbulo durante horas para absorber la atmósfera -asintió Gersen.
-¿Por esa razón permanece en Rath Eileann?
-No exactamente. Esto es lo que quiero comentar con usted en un lugar donde no puedan oírnos.
Addels miró a derecha e izquierda.
-¿Sospecha que hay espías en el Domus?
-Aquí arriba el riesgo es mínimo. He tomado las precauciones de costumbre; no dudo que usted habrá hecho lo mismo.
-Así es. He procurado no dejar nada al azar y no correr ningún riesgo innecesario -dijo Addels.
-En ese caso, la seguridad es casi absoluta.
La única respuesta de Addels fue una risita ahogada. Los dos hombres permanecieron por un momento apoyados en el parapeto, contemplando la ciudad gris, el lago y el brumoso valle.

Jack Vance "El rostro"