martes, febrero 14, 2006

Gersen escudriñó el grupo. El Candidato Número 2 les observaba desde lejos. Los Candidatos Números 1 y 3 parecían estar distraídos. La pareja se internó entre los árboles. Gersen le pasó la mano alrededor de la cintura y ella suspiró.
El Candidato Número 2 se encogió de hombros y, como si este gesto hubiera hecho ceder su autodominio, se abalanzó sobre Gersen a grandes y silenciosas zancadas. En la mano empuñaba una pequeña arma. Detras (Gersen lo vio todo en una fracción de segundo) se erguía Navarth, observando la escena con una curiosa postura que reflejaba por igual vergüenza y regocijo.
Gersen empujó a Zan Zu al suelo y se refugió detrás de un árbol. El Candidato Número 2 se detuvo. Se volvió hacia Zan Zu y, ante el asombro de Gersen, apuntó su arma contra la joven. Gersen saltó desde el árbol y golpeó el brazo del hombre; el arma se disparó y un chorro de energía quemó la tierra. Los dos enemigos se estudiaron, los ojos brillantes de odio... Un pitido agudo. Un retumbar de pies procedentes del bosque. Una docena o más de gendarmes hicieron acto de presencia. Al frente marchaban un teniente con un casco dorado y un furioso anciano vestido de gris.
-¿Qué significa esta intrusión? -se adelantó Navarth con arrogancia.
El anciano, bajo y obeso, fue hacia él agitando el puño.
-¿Qué demonios hacen aquí, violando mis propiedades? ¡Mequetrefes! Y todas esas chicas desnudas... ¡un absoluto escándalo!
-¿Quién es este viejo bribón? -preguntó Navarth con voz severa al teniente-. ¿Con qué derecho irrumpe en una fiesta privada?
El viejo, que había continuado avanzando, divisó el pabellón y palideció.
-¡Mirad! -susurró con voz estrangulada-. ¡Mis inapreciables sedas de Sikkim! Destrozadas por estos bandidos para revolcarse en ellas. Y mis sillas, ¡oh, mis preciosas Bahadurs! ¿Qué más habréis saqueado?
-¡Tonterías! -rugió Navarth-. He alquilado el pabellón y los muebles. Su propietario es el barón Caspar Heaulmes, que se halla en un sanatorio por motivos de salud.
-¡Yo soy el barón Caspar Heaulmes! -gritó el anciano-. No conozco su nombre, señor, ni el rostro que se oculta detrás de esa ridícula máscara, pero intuyo que es usted un canalla. Teniente, cumpla su misión. Échelos de aquí. ¡Insisto en que se lleve a cabo una profunda investigación!
Navarth levantó las manos en el aire y discutió el caso desde una docena de puntos de vista, pero el teniente fue inexorable.
-Temo que he de detenerlos a todos. El barón Heaulmes ha puesto una denuncia formal.

Jack Vance "El palacio del amor"