domingo, febrero 12, 2006

-Actuaremos con sutilidad. Sea tan amable de reunir a sus invitados en el pabellón.
-¡No, no! -graznó Navarth-. Es imposible. Hay una manera más sencilla. Observe a la chica. Él irá a su encuentro, y entonces usted sabrá quién es.
-Podrían abordarla media docena...
-Pues reclámela para sí. Sólo un hombre se la disputará.
-¿Y si nadie lo hace?
Navarth se cruzó de brazos.
-¿Qué puede perder?
Ambos contemplaron a la chica.
-Sí, ¿qué puedo perder? ¿Cuál es su relación con usted?
-Es la hija de un viejo amigo -declaró Navarth con zalamería-. Es, en efecto, mi pupila. Me ha costado mucho educarla y conducirla con éxito hasta la madurez.
-Y una vez conseguido su propósito, ¿se dedica a ofrecerla al primero que pasa?
-Esta conversación me hastía. Mire. ¡Un hombre se acerca a la chica!
Gersen se dio media vuelta. El Candidato Número 2 estaba frente a Zan Zu y le hablaba con evidente apasionamiento. Zan Zu escuchaba educadamente. Gersen experimentó una súbita emoción, como había ocurrido en el Café de la Armonía Celestial. ¿Deseo? ¿Celos? ¿Instinto de protección? Fuera cual fuese la emoción, le impulsó a avanzar y unirse a los dos.
-¿Lo está pasando bien? -preguntó Gersen son fingida camaradería-. Un día maravilloso para este acontecimiento. Navarth es un magnífico anfitrión, pero no se ha preocupado de presentarnos. ¿Cómo se llama?
-No cabe duda de que Navarth tiene buenas razones para proceder así -respondió el Candidato Número 2 con afabilidad-. Es mejor que no divulguemos nuestras identidades.
-Muy sensato- dijo Gersen, y preguntó a Zan Zu-. ¿Cuál es tu opinión?
-No tengo identidad que revelar.

Jack Vance "El palacio del amor"