viernes, septiembre 02, 2005

Un pequeño grupo de nobles de Carrai se reunió a la luz declinante del atardecer. El barón Endel Thobalt habló con mal reprimida ansiedad:
-¿Llegarán naves del Oikumene?
-Me he comprometido a ello, y lo cumpliré -asintió Gersen.
Alusz Iphigenia exhaló un breve suspiro y paseó la mirada por el paisaje.
-Algún día... ignoro cuándo... yo también volveré a Thamber.
-Recuerde -dijo Gersen al barón- que si las naves del Oikumene desembarcan su antiguo modo de vida no perdurará. Habrá remordimientos, nostalgia y descontento. ¿Está seguro de que no prefiere Thamber tal como es hoy?
-Sólo puedo hablar por mí -replicó el barón Endel Thobalt-, y digo que es nuestro deber reincorporarnos a la humanidad, no importa a qué precio.
Sus acompañantes estuvieron de acuerdo con esta idea.
-Como quieran -dijo Gersen.
Alusz Iphigenia trepó a la fortaleza. Gersen la siguió, cerró la escotilla, fue a la consola y contempló la placa de bronce:

Compañía de Construcciones y Obras de Ingeniería Patch
Patris, Krokinole

-El bueno de Patch -dijo Gersen-. Tendré que enviarle un informe sobre el funcionamiento de su máquina... suponiendo que nos lleve de vuelta a la nave.
Alusz Iphigenia apoyó su cabeza en el hombro de Gersen. Éste acarició su pelo brillante, veteado de oro, y recordó la primera vez que la había visto en Intercambio, el poco interés que había despertado en sus sentidos. Rió sin hacer ruido. Alusz Iphigenia alzó la vista.
-¿De qué te ríes?
-Algún día lo sabrás. Pero no ahora.
Alusz Iphigenia no insistió, pero sonrió como ensimismada en sus pensamientos.
Gersen empujó la palanca de arranque. Treinta y seis patas se levantaron y bajaron; dieciocho segmentos avanzaron. La fortaleza emprendió camino hacia el norte, donde la luz del sol centelleaba en los blancos picos del Skar Sakau.

Jack Vance

Fin de "La Máquina de Matar"