jueves, julio 28, 2005

Gersen se preguntó fugazmente si tiempo atrás, en el Taller B de Patch, había imaginado esta clase de confrontación. Puso el proyector a baja potencia, apuntó con cuidado a un lugar situado en la zona dorsal de la fortaleza y apretó el gatillo. En la célula de bloqueo un relé activó un interruptor. Las patas se doblaron y el cuerpo segmentado se derrumbó en el suelo. La escotilla se abrió en seguida. Los miembros de la tripulación salieron y se pasearon alrededor de la fortaleza, estupefactos. Gersen les contó: nueve, sobre una dotación de once. dos se habían quedado en el interior. Todos vestían monos de color pardo, todos se movían y actuaban de una manera indefinida, que no era la de Thamber. Dos de ellos debían de ser Seuman Otwal, Billy Windle, o Kokor Hekkus: los cincuenta metros que les separaban de Gersen hacían imprecisas sus facciones. Uno se volvió: una nariz demasiado larga; no era el hombre que Gersen buscaba. ¿El otro? Había regresado a la fortaleza. La ionización empezó a disiparse, las patas recobraban su vigor...
-¡Escucha! -susurró Alusz Iphigenia al oído a Gersen.
Gersen no escuchó nada, pero ella insistió. Entonces distinguió un suave click-click, click-click, un sonido tremendamente amenazador. Parecía venir de detrás suyo. Por la ladera de la montaña subía la criatura que era el duplicado de la fortaleza: un auténtico dnazd. Gersen no comprendió cómo alguien podía confundirse al ver la estructura de metal. Ése había sido el caso de los tadousko-oi, pero no así del dnazd. Detuvo su avance de repente, como asombrado. La dotación había entrado apresuradamente en la fortaleza y cerrado la escotilla. Las patas aún renqueaban; el ojo lanzó un débil fogonazo que alcanzó al dnazd en el segmento trasero. Arqueó el lomo, emitió un salvaje y agudo rugido y se abalanzó sobre la fortaleza. Ambos rodaron por tierra y se revolcaron.

Jack Vance "La máquina de matar"