domingo, febrero 13, 2005

Una estrella amarilloverdosa de escasa luminosidad colgaba frente a los ventanales, creciendo paulatinamente en brillo y tamaño. El acelerador se apagó. El éter que constreñía la nave siseó y vibró en todos los átomos del vehículo y del propio Gersen: un sonido que hacía rechinar los dientes y que, tal vez, ni siquiera era real.
La vieja 9-B inició el descenso. No muy lejos giraba El Final de Bissom... Mundo Malo. Era un planeta diminuto, de casquetes helados, con un cinturón de montañas suaves en el ecuador, que parecía soldar ambos hemisferios. Fajas de agua, que a los cincuenta grados de latitud se convertían en pantanos y junglas, recorrían de norte a sur la superficie. Ciénegas y marismas se extendían hasta el límite de los hielos.
La ciudad de Skouse ocupaba una meseta barrida por los vientos. Presentaba el aspecto de un irregular conjunto de sombríos edificios de piedra. Gersen contuvo su asombro. ¿Por qué el señor Hoskins querría venir al Final de Bissom? Existían refugios mucho más agradables. Brinktown era casi alegre... Pero estaba dando demasiadas cosas por hechas: el señor Hoskins jamás se acercaría al Final de Bissom, y toda la misión parecía condenada al fracaso. Zaum había exagerado de forma evidente.

Jack Vance "La máquina de matar"