miércoles, febrero 16, 2005

La segunda noche no tuvo mejor éxito. Sin embargo, descubrió frente a la posada una estructura vacía. En tiempos debió de ser un almacén de maquinaria o una planta de fabricación, pero ahora era pasto de polvo y de pequeños insectos blancos, cobardes como monos minúsculos. Gersen se guareció en ella y pasó todo el interminable día amarilloverdoso vigilando la posada. La vida de la ciudad discurría ante sus ojos: hombres de semblante severo y estólidas mujeres, ataviados con chaquetas oscuras, pantalones holgados de color pardo o marrón y sombreros negros de ala doblada hacia dentro, se dirigían a sus respectivos trabajos. Hablaban un dialecto bronco y monocorde que Gersen intentaba imitar desesperadamente; así fracasó un plan consistente en conseguir ropas a la moda de los nativos y entrar a la posada.

Jack Vance "La máquina de matar"