martes, septiembre 14, 2004

Pallis vino a unirse a él junto a la barandilla. Se había tintado de un delicioso verde oliva para estar más hermosa, con una sutil pátina de oro y los cabellos recogidos en un moño bajo un gracioso sombrerito oscuro. Sonrió ante la mirada aprobatoria de Gersen.
-Vámonos a Avente y nos sentaremos en la explanada. Yo nunca me canso de ver pasar la gente.
A Gersen le pareció excelente. Subieron al coche deslizante y pusieron rumbo al norte. Pallis fue charlando sobre ella misma, su trabajo, sus opiniones, planes y esperanzas.
Llegaron a su destino, aparcaron el deslizador y pasearon a lo largo de la explanada, hasta elegir una mesa frente a uno de los numerosos cafés y se sentaron, observando a la gente. Más allá se extendría el oscuro océano, con el cielo gris índigo en el que sólo se advertía una suave pincelada de color naranja; señalaba el paso de Rígel.
La noche era tibia, y gente de todos los mundos del Oikumene pasaba frente a ellos. El camarero les trajo sendos vasos de ponche. Gersen comenzó a saborearlo despacio y su tensión se relajó.

Jack Vance "El rey estelar"