sábado, junio 05, 2004

Durante once años Kirth Gersen obedeció los dictados del abuelo e incluso se excedió en ellos, mientras que buscó sin tregua tanto en el Oikumene como en Más Allá a Parsifal Pankarow, aunque infructuosamente.
Pocas ocupaciones ofrecían más desafíos constantes a la aventura apasionante de su misión, más fascinación por el azar e incomparablemente más satisfacciones que el haber trabajado como "comadreja" para la PCI. Se encargó de dos misiones en Farode y en el Planeta Azul. Durante esta última misión pudo obtener la información que podía conducirle hasta Parsifal Pankarow, pudo saber que residía normalmente en Brinktown, donde se llamaba Ira Bugloss, agente de una próspera casa de importación.
Gersen acabó encontrando a Pankarow, un tipo fornido y corpulento, calvo como un huevo, con la piel teñida de amarillo limón y grandes bigotes, negros y abundantes.
Brinktown ocupaba una meseta situada como una isla sobre una jungla negra y color naranja. Gersen estuvo escrutando los movimientos de Pankarow durante dos semanas y llegó a comprender su rutina diaria, que era la de un hombre aparentemente sin preocupaciones. Entonces, una tarde, llamó un taxi, dejó inconsciente al conductor y esperó en el exterior del Club Jodisei, hasta que Pankarow, cansado de hacer deporte con los nativos, salió a la húmeda noche de Brinktown. Contento consigo mismo y canturreando la última canción de moda, fue conducido, no a su suntuoso hogar, sino a un claro de la jungla. Allí, Gersen le hizo unas preguntas que Pankarow no quiso contestar, haciendo un supremo esfuerzo para no soltar ni una palabra. Finalmente, extrajo los cinco nombres solicitados del fondo de su memoria.
-Y ahora, ¿qué hará usted conmigo?
-Le mataré -afirmó Gersen, pálido frente a la ejecución que tenía el deber de llevar a cabo-. Usted es mi enemigo y además merece morir cien veces, si tuviera cien vidas.
-En cierta época, quizá sí -protestó temblando y lloroso-. Ahora llevo una vida intachable y no he hecho daño a nadie.
Gersen pensó si cada ocasión como aquélla habría de proporcionarle tales náuseas, miseria moral y dudas. Con una voz ronca por el esfuerzo le respondió:
-Lo que usted dice es posible que sea cierto; pero su riqueza se ha forjado sobre el dolor y la miseria de los demás. Y ciertamente informaría al primero de los cinco que encontrase, de seguir con vida.

Jack Vance "El rey estelar"