viernes, mayo 28, 2004

Desde la Tierra se marcharon a Alphanor, planeta capital del grupo de Rígel, y allí Kirth Gersen obtuvo muchos más conocimientos convencionales. Cuando tenía diecinueve años, su abuelo murió dejándole heredero de una buena fortuna y una carta que decía:

Mi querido Kirth:
Rara vez te he expresado mi afecto y la alta estima que siento por ti. Ahora creo llegada la ocasión de hacerlo. Tú has llegado a significar mucho más para mí que mi propio hijo. No te diré que lamento haberte encaminado por la senda que hemos tomado, aunque ello te negará muchos placeres de la vida. ¿He sido presuntuoso en modelar así tu vida? Creo que no. Durante varios años has actuado impulsado por ti mismo y no has mostrado señales de desviarte en cualquier otra dirección. En todo caso, pienso que un hombre no puede dedicarse a mejor servicio que el que yo he trazado para ti. La Ley del Hombre está limitada por las fronteras de Oikumene. El mal y el bien, no obstante, son ideas que abarcan al universo entero; desgraciadamente, más allá de la Estaca hay pocas posibilidades de asegurar el triunfo del bien sobre el mal.
El triunfo consiste en dos procesos: primero, el mal tiene que ser extinguido, después el bien será introducido para rellenar el vacío. Es imposible que un solo hombre pueda cumplir eficazmente ambas misiones. El bien y el mal, a despecho de su falacia tradicional, no son polos opuestos, ni imágenes de un espejo, ni siquiera el uno es la ausencia del otro. Con objeto de minimizar la confusión, tu trabajo será el de destruir a todos los hombres malvados.
¿Qué es un malvado? Un hombre malvado es el que obedece sólo a sus fines privados, el que destruye la belleza, produce el dolor y aniquila la vida. Es preciso recordar que matar a los malvados no es el equivalente de extirpar el mal, lo que es una relación entre una situación y un individuo. Es una tarea a la que nunca hallarás fin.


Jack Vance "Los príncipes demonio: el rey estelar"