domingo, junio 10, 2007

Panshaw se encogió literalmente de hombros, de lo que el darsh pareció extraer la información que necesitaba. Dio un paso atrás y sacó un instrumento peculiar: un mango de treinta centímetros de largo terminado en una pequeña bola de púas. El secretario general se dio la vuelta, atemorizado, y corrió hacia la puerta. El darsh balanceó el mango y arrojó la bola de púas contra la nuca del secretario; éste alzó los brazos y se desplomó. El darsh se volvió sin alterar el rítmico movimiento, balanceó el mango y disparó la bola contra el presidente Dalt. Jehan Addels emitió un grito de rabia y se lanzó hacia adelante, pero Ottile Panshaw le puso la zancadilla. El presidente Dalt había saltado a un lado; el proyectil golpeó la pared que tenía detrás. Agachó la cabeza y avanzó corriendo; sus ropas negras revolotearon, y su rostro blanco asomó bajo los rizos negros. El darsh dio un paso atrás y esgrimió el mango. El presidente Dalt asió el brazo alzado, propinó al hombre una patada en la rodilla, y hundió un codo en la fuerte mandíbula rojiza. El darsh cayó al suelo. El presidente se incorporó a medias y le arrastró al suelo. Se revolcaron por la estancia, un amasijo de ropas blancas y negras, como dos monstruosas mariposas blancas y negras. Ottile Panshaw saltaba de un lado a otro con una diminuta pistola en la mano. Miró en dirección a Jehan Addels, quien al instante se parapetó detrás de un sofá. Panshaw dio media vuelta y contempló con asombro como el apático y elegante jurista rompía primero la muñeca y luego la mandíbula al darsh, para extraer a continuación un brillante estoque negro y hundirlo en la nuca del darsh.
Ottile Panshaw apuntó con frialdad su pistola. Jehan Addels, que le observaba desde detrás del sofá, chilló y le arrojó un jarro de bronce. El presidente Dalt fue en busca del arma del darsh. Ottile Panshaw caminó con serenidad hacia la puerta, hizo una reverencia, y se marchó con el aplomo de un prestidigitador consumado.
El presidente apartó el cuerpo del darsh y se puso en pie. Jehan Addels salió de su escondite.
-¡Qué situación tan espantosa! -exclamó Addels-. ¡Si nos descubren con esos cadáveres nos encarcelarán para siempre!
-Lo mejor será que nos vayamos. Es la solución más sensata.
El presidente se quitó la peluca y los ropajes negros. Contempló los cadáveres con semblante sombrío.
-Qué desastre. El plan ha fallado. -Indicó el bulto informe que una vez había sido el secretario general-. Encárguese de su familia; es lo menos que podemos hacer.
-Temo por mí y por mi familia -se estremeció Addels-. ¿Cuándo acabará esta violencia? Mire esos cadáveres; ¡somos tan vulnerables! ¡Y Panshaw puede dar la alarma de un momento a otro!
-En efecto. Es hora de que el presidente Dalt se disuelva en la nada. Una pena; era un tipo admirable, con estilo y elegancia. ¡Adiós, presidente Dalt!
-Bah -murmuró Addels-, usted parece más un actor de teatro que un asesino, o lo que pretenda ser. ¿Nos vamos a quedar aquí para siempre? Las mejores mazmorras son las de Maudley; las de Frogtown Holes son mucho peor.
-Confío en no visitar ninguna. -Gersen tiró a un lado la peluca y el atavío-. Larguémonos.
Ya en sus aposentos, se quitó el tinte para piel blanco; después, ante la mirada desaprobadora de Addels, adoptó su vestimenta ordinaria. Addels no consiguió contener su curiosidad.
-¿Adónde va ahora? Cae la noche; ¿nunca piensa en descansar?
Gersen se ciñó sus armas, y respondió, casi disculpándose:
-¿No oyó las insinuaciones de Panshaw? ¿Cómo llegó a considerar al Banco de Cooney a la Ettilia Gargantyr un negocio provechoso? ¿Hasta qué punto son famosas las tretas de Lens Larque? No cabe duda de que Lens Larque está cerca. Me gustaría ser testigo de sus argucias.
-¡Aborrezco tamaña curiosidad! ¡Cuando me acuerdo de lo que he presenciado, se me hiela la sangre en las venas! Admito que soy un hombre de leyes y un experto en cuestiones financieras, pero mi desprecio hacia la ley no pasa de determinados límites. Necesito tiempo para descansar. He de recuperar mi percepción de la realidad. Le deseo buenas noches.
Jehan Addels salió de la suite.
Gersen salió cinco minutos después. El Domus continuaba tan tranquilo como siempre; resultaba evidente que Ottile Panshaw no había levantado la liebre.
Gersen se dirigió a la calle, y llamó a uno de los venerables simones tradicionales en la ciudad.
-Al espaciopuerto de Slayhack, tan rápido como pueda.

Jack Vance "El rostro"