viernes, agosto 17, 2007

-¡Hola, hola, es hora de divertirse! Soy Nikity Ticket. Probé el agua por primera vez en la fuente de Wabbers. Roly Tatwyn me enseñó el arte de la flagelación. Mi látigo se llama "Zumbido"; nunca está cansado, de modo que..., ¿quién quiere bailar? ¿Quién brincará al son del látigo? ¡Exquisito y delicado! ¡Aquí llegan nuestros bailarines!
Gersen seguía contemplando, distraído, a los dos hombres sentados al otro lado de la sala. Uno era Ottile Panshaw; el otro -apenas se atrevía a pronunciar el nombre en su mente-, ¿sería Lens Larque?
La señora Tintle salió de un reservado situado detrás de los dos hombres. Se detuvo a su lado, en una postura a la vez deferente y desdeñosa. Los dos hombres volvieron la cabeza hacia gersen, que había tomado la precaución de retroceder hasta una zona menos iluminada.
Los bailarines llevaban pantalones cortos ajustados, con discos escarlata cosidos en el trasero. Dos de los bailarines eran muchachos darsh; el tercero era Maxel Rackrose, que bailaba con agilidad.
-¡Así es como bailamos en La Sombra de Doodam! ¡Un toque de ternura del dulce látigo, el lustroso, flexible y dulce látigo! ¡Hurra! ¡Un chasquido, y otro y otro y otro! ¡Saltad ahora, con vigor! ¡Estamos en un alegre tiovivo! ¡Giro y paso, vuelta y paso, y una pizca de látigo! ¡Oh, por mi alma, que hermosa y elegante danza! -gritaba Ned Ticket. Se volvió para hacer una reverencia al hombre sentado junto a Ottile Panshaw-. Señor, su látigo es famoso; ¿quiere unirse al baile?
El hombre corpulento negó con la cabeza.
-¡Necesitamos bailarines nuevos, diestros y voluntariosos! -gritó Ottile Panshaw-. ¡Hay uno cerca de la cocina, un espía iskish! ¡Sacadle al escenario!
-¡Rackrose, por aquí, rápido! -gritó a su vez Gersen-
Rackrose, con los ojos vidriosos y jadeante, volvió la cabeza y renqueó hacia Gersen.
-¡Todavía no! -aulló Ned Ticket-. ¡Sacadles a bailar!
Gersen presintió algo detrás de él; la señora Tintle tenía los brazos extendidos para empujarle. Gersen se hizo a un lado, la cogió y la arrojó hacia el escenario. Sacó su pistola y disparó contra el estómago del hombre corpulento. Alguien desvió su brazo y la bala erró el blanco. Un puñetazo le arrebató la pistola; sombras oscuras se precipitaron sobre él.
Una figura colosal se aplastó contra Gersen; éste asestó a su agresor un golpe en la nuca. Le esquivó y hundió el codo en un estómago cercano. Se calzó un guante metálico en la mano izquierda y blandió un cuchillo con la derecha. Alguien le volvió a pegar; Gersen le retorció el brazo, y el asaltante emitió un jadeo agónico a medida que las fuerzas le abandonaban. Gersen se abrió paso a cuchilladas hasta Rackrose, le arrastró hacia la cocina, pero incluso en esta situación retrocedió ante el hedor a aceite. Cuatro mujeres le increparon. Gersen asió un caldero de salsa hirviente y lo arrojó en dirección a la sala, levantando gritos de dolor. La señora Tintle, los ojos llameantes, entró por una puerta lateral que daba a la escalera. Agarró a Gersen por detrás y lo estrechó contra su cuerpo.
-¡Mujeres! -aulló-. ¡Traed el aceite! ¡Preparad los ralladores! ¡Vamos a freír en el horno a este espía iskish!
Gersen le asestó un puñetazo con el guante metálico; la señora tintle gritó, se tambaleó y cayó rodando por la escalera. Gersen volcó sobre las mujeres un estante lleno de comida, y le hizo una señal a Rackrose.
-¡Dése prisa!
Bajaron corriendo la escalera y saltaron sobre la forma inerte de la señora Tintle. El hombre corpulento les apuntaba con una pistola desde el rellano. Gersen saltó a un lado, esquivando la bala, y le arrojó el cuchillo. Era un mal ángulo; el cuchillo, en lugar de clavarse en la garganta del hombre, le cercenó el lóbulo colgante.
El hombre gritó de rabia y disparó de nuevo, pero Gersen y Rackrose ya estaban fuera.
Corrieron por la calle Pilkam hasta el taxi.
-¡Rápido, vuelva a la ciudad a toda velocidad! -ordenó Gersen-. ¡Los darsh se han vuelto locos!
El taxi partió en dirección al sur. Nadie les persiguió. Gersen se derrumbó en el asiento.
-Le comunico lo siguiente en este mismo instante: no pienso seguir ayudándole. El sueldo... -Rackrose habló con un tono de sarcástica delicadeza-... no está a la altura de mis obligaciones.
Gersen no estaba de humor para bromear con Rackrose.
-Salió con vida; considérese afortunado.
Rackrose gimió y cambió de postura con evidente dolor.
-A usted le resulta muy fácil hablar. ¡No estuvo bailando con Ned Ticket! ¡Qué asunto tan repugnante!
-Me ocuparé de que le recompensen -suspiró Gersen-. Alégrese de los latigazos; gracias a ellos ganará dinero.
-¿Quién era el hombre grande que vestía como un darsh? -preguntó al cabo de un rato Rackrose.
-Lens Larque.
-Usted intentó matarle.
-En efecto. ¿Por qué no? Fallé, mala suerte.
-Es usted un periodista muy peculiar.
-No le quepa duda.

Jack Vance "Los Príncipes Demonio: El rostro"