miércoles, agosto 08, 2007

El taxi se alejó de Slayhack, continuó hacia el sur por la calle Pilkamp, cruzó Gara y Dundivy. Gersen miraba fijamente hacia adelante. Las luces de la calle dibujaban una línea curva luminosa, que se alargaba hasta la Ciudad Vieja. Un letrero interrumpió las cavilaciones de Gersen: La Sombra de Tintla. Luces de colores y sombras movedizas resbalaban por las ventanas superiores. Esta noche, mientras Tintle yacía muerto en Slayhack, La Sombra de Tintle bullía de jovial actividad.
Un pavoroso pensamiento rozó el cerebro de Gersen. Se debatió en la duda durante un instante y luego ordenó al conductor que se detuviera.
-Espéreme; no tardaré mucho.
-Sí, señor.
Gersen cruzó la calle. Rumores ocasionales surgían de La Sombra de Tinle; música de flautas y gritos de regocijo. Gersen empujó la puerta. La anciana vestida de negro le contempló con estupor, pero no pronunció ni una palabra.
Gersen subió por la escalera que conducía al primer piso. Se encontró frente a una triple fila de cuerpos alineados, cabezas y hombros hundidos, recortados contra la luz rosada del fondo.
Un espectáculo tenía lugar en el centro de la estancia. Dos músicos, subidos sobre una plataforma, tocaban tambores y flautas. Por encima de las cabezas calvas divisó a un joven envejecido prematuramente que jugueteaba con un muñeco de goma. Iba disfrazado de mujer darsh. Cantaba con voz nasal, casi sin respirar, en el dialecto darsh*, que Gersen no llegaba a entender del todo. El público coreaba los versos en medio de aplausos, risas y chillidos vibrantes.
Gersen se deslizó por detrás de los espectadores hasta la cocina, desde donde se podía presenciar mejor el espectáculo. Algunos de los presentes lucían vestimentas típicas de Vega, mientras que otros llevaban la túnica blanca y el thabbat de los darsh. Dos hombres, sentados ante una mesa al otro lado de la sala, llamaron la atención de Gersen; uno, grueso y curiosamente rígido, y el otro, de menor envergadura, le daba la espalda a Gersen y hacía gestos breves y tímidos mientras hablaba.
Alguien empujó a Gersen y le apartó a un lado; Gersen contempló la sardónica faz de la señora tintle.
-¿Así que es usted, el arrojado periodista? ¿Vino a buscar a su amigo?
-¿A qué amigo se refiere? -preguntó Gersen con afabilidad.
La señora Tintle insinuó una sonrisa maliciosa que movió más su bigote que nunca.
-No lo sé. Todos me parecen iskish**, pero, con paciencia, quizá le encuentre. ¿O acaso ha venido para ver a Ned Ticket?
-No del todo. Pensé que tal vez podría hablar con usted, en relación a lo que acordamos el otro día. Por ejemplo, ¿los de esta noche son todos clientes habituales? ¿Quiénes son aquellos dos hombres que están sentados al otro lado de la sala?
-Extranjeros recién llegados de Dar Sai. ¿Son los conocidos que buscaba?
-Con tan poca luz no me atrevería a asegurarlo.
La sonrisa de la señora Tintle se transformó en una mueca de disgusto.
-¿Y por qué no va a presentarles sus respetos?
-Una buena idea. Lo haré dentro de poco. ¿Sabe algo de Tintle? Le enviaron un recado.
-¿Usted cree? Tintle se está volviendo loco de remate. Anoche bailó y se mostró muy ágil.
El cantante terminó la canción entre el fragor de los aplausos. La señora Tintle aspiró en señal de desagrado.
-¿Qué viene a continuación? Ned Ticket. Observe con atención.
La señora Tintle se alejó, abriéndose paso a codazos entre los espectadores sin molestarse en pedir disculpas. Gersen miró de nuevo a los dos hombres que había al otro extremo. El más delgado debía de ser Ottile Panshaw, pero el otro... Un redoble de tambor. Un hombre alto y delgado de largas piernas salió corriendo al escenario, vistiendo un traje ajustado negro y mostaza. Tenía los brazos descarnados y nervudos; su larga nariz pendía sobre una barbilla también larga y puntiaguda. Blandía un látigo, cuyos chasquidos puntuaban sus palabras.

Jack Vance "El Rostro"

* Los hombres y mujeres darsh emplean dialectos diferentes, ricos ambos en insultos. En la canción se emplea la jerga de los varones.
Una niña es una "chelta". Tras la adolescencia, y hasta que le crece el bigote al cabo de unos seis a ocho años, es una "kitcheta". A partir de ese momento se le pueden adjudicar innumerables epítetos, por lo general despreciativos.
Las mujeres emplean un conjunto de términos equivalentes referidos a los hombres.


** Iskish: en la jerga de los darsh, cualquier extranjero.