lunes, marzo 29, 2004

Es un mundo notable. Sí. Es la belleza pura. Trato de imaginar si la belleza no encierra otra cualidad que yo no pueda sospechar... al igual que la belleza de una mujer enmascara sus más abstractas virtudes... O quizá sus vicios. De cualquier forma, ese mundo es bellísimo y sereno, más allá de cuanto expresen mis palabras. Existen montañas bañadas por la lluvia. Sobre los valles flotan nubes tan suaves y brillantes como la nieve. El cielo es un zafiro de un azul obscuro. Y el aire es suave, fresco y acariciante y tan transparente como un cristal de roca. No hay muchas flores, aunque se encuentran como un raro tesoro. Pero en su lugar existen muchos árboles y los más hermosos y magníficos son los grandes reyes, como una fuerte corteza, como si hubieran vivido eternamente.
Me ha preguntado usted si está habitado. Me veo obligado a decirle que sí, aunque las criaturas que allí viven son algo... extrañas. Yo les llamo dríades. Vi sólo unos cuantos centenares y me parecieron de una edad muy antigua. Tan viejas como las montañas y como los propios árboles. El día tiene una duración dos veces superior a los nuestros, la mañana es larga y brillante, las tardes llenas de quietud y los crepúsculos dulces como la misma miel. Las dríades se bañan en el río o permanecen en los bosques umbrosos.

Jack Vance "Los principes demonio": El rey estelar